lunes, 17 de marzo de 2008

Cuestión de celos


Es cierto eso que dicen. Segundos depués del parto, una se olvida de todo lo que le pasó durante el embarazo. Se olvida de los malestares, de las preocupaciones, de las inseguridades y hasta de las dolororsas contracciones. Seguramente tenemos un chip en nuestras cabezas que se apaga al mirar esos ojitos que apenas resisten la intensidad de la luz. Este circuito ha de ser un elemento vital de la continuidad de nuestra especie, porque estoy segura de que si no se apagaba y recordábamos todo el proceso con precisión, la tasa de natalidad diezmaría.

El mío por lo visto funcionó muy bien en mi embarazo anterior, porque me había olvidado completamente de un factor disparador del stress gestante: los celos de los hermanitos.

Con la espera de Paulina fue todo muy tranquilo. No tenía ninguna mini celadora de quien preocuparme. Pero con Fernanda ya fue otra historia. Paulina, con solo 3 añitos, se encargó de elevar mi grado de tensión a niveles insospechados. Verdaderamente me volvió LOCA antes, durantes y después. Se convirtió en una especie de koala que tenía que cargar a duras penas junto con mi panza. Todos los progresos tan celebrados, las primeras palabras, las primeras noches durmiendo solita, la dejada del pañal, todo se fue revirtiendo a medida que me crecía la panza. Y para cuando volvimos a casa después del parto, me di cuenta de que tenía a mi cargo prácticamente dos recién nacidas!!!

Yo ya me había olvidado de la etapa celadora prenatal, pero estos no empiezan cuando nace el nuevo bebé; los hermanitos, por lo visto también tienen en la cabeza un sensor que les indica que algo en sus vidas está por cambiar. Parece mentira pero por más cuentos y firuletes que les digas para embellecer la situación, algo muy adentro de ellos les dice que no es taaan así. Saben muy bien que casi toda tu atención ahora estará puesta en el miembro más pequeño e indefenso de la familia.

Ahora que mi panza está grandecita, la condición se ha duplicado ya que ahora tengo DOS mini celadoras a mi lado. Una vez escuché en un programa matutino a una psicóloga especialista en niños que decía que los hermanitos ven al nuevo bebé como un intruso que viene a meterse en su relación con sus padres. La psicóloga incluso comparaba la situación como la de una esposa que tenía que tolerar que la amante viniera a meterse en el matrimonio.

Después de escuchar esto pude entender todas las recomendaciones de las amigas de no dejar nunca al bebé solo con el hermanito. Además de que nunca faltan las vecinas que te cuentan cada historia de terror, como la que atrapó a la hermanita mayor a punto de tirar al bebé por la ventana Por suerte, hasta ahora mis hijas refrenaron sus instintos asesinos y sus celos se manifestaron únicamente a través de llantos, pataletas y regresiones infantiles. Puedo decir que se metamorfosearon en dos dolores de cabeza con patitas. Sí, son la personificación en miniatura de una jaqueca crónica. Solo espero con ansias que mi chip pronto se apague, porque si ambas siguen así, la que se tira de la ventana soy yo! (pero no se asusten que mi casa es de un piso, así que solo estaría escapándome por un ratito)

Ilustración Joana Waszaj

La Panza



Pasó otro mes. Mi panza está creciendo de manera indiscreta, por lo que ya han empezado los toqueteos. Los primeros meses la gente se reserva las ganas de tocarte la panza. Tal vez, guiados por el temor a meter la pata (qué momento si resulta ser un simple rollo!) Pero a estas alturas como que van tomando confianza con respecto a la situación, y la panza se convierte en un imán de caricias.

No sé por qué la gente se empecina en tocar las panzas de las embarazadas. A mí no me molesta si es alguien que conozco, pero no entiendo a quienes creen que tienen derecho a tocar MI panza (porque sigue siendo mía) sin siquiera conocerme. Sé que a muchas embarazadas no les disgusta y a otras cuantas hasta les agrada y lo ven como un gesto de cariño. Pero este no es mi caso.

Personalmente, lo veo como una intrusión. Cada vez que una desconocida me frota la panza en el súper, no puedo evitar sentirme como un Buda, una especie de amuleto de buena suerte que se tiene que frotar por cábala. Siempre hay una mano impertinente y confianzuda que se precipita ZAS directo a la barriga!

¿Es que acaso no saben que mi panza es su refugio? Es un mundo misterioso, un microcosmos en el que flota tranquila toda mi ilusión y toda mi esperanza. Sólo hay calma en el mundito oculto detrás del ombligo. En él, mi bebé se mece plácidamente al ritmo de un tamborcito cadencioso, protegido de todo daño, de todo mal, de toda turbación.

Mi panza es en este momento un templo de protección, un lugar maravilloso que preserva toda la belleza y la magia de la vida… Por lo tanto, exijo respeto!

Espero que la próxima vez, al ver a una embarazada, refrenen sus instintos toquetones y, si no se aguantan, por favor pidan permiso! Así, por lo menos nos dejan la opción de negarles el acceso a nuestro templo.
Ilustración Joana Waszaj