viernes, 27 de junio de 2008

Preguntas indiscretas




Hoy fui a la farmacia a comprar pañales. La cajera me dijo: “¡Chuuulina!! Parece que tu bebé ya va a nacer en cualquier momento!” Con sequedad absoluta, le contesté: “Está en el auto.”

Estas situaciones son tan patéticas. No sé qué es peor, la vergüenza de la que confunde tu “chura” con un embarazo, o tu espanto ante la falta de delicadeza de la que mete la pata. Lo triste es que no es la primera vez que me pasa. Debo admitir que esto me ha sucedido tras cada uno de mis embarazos.

Recuerdo que con Paulina la gente me siguió acariciando la panza hasta cuando ella ya tenía 9 meses! Cada vez, con más bochorno, iba contestando que ya nació pero que me quedé gorda. Y a medida que pasaban los meses, la verdad es que iba respondiendo cada vez peor. Creo que a la última que me preguntó ya le respondí gritando: “¡NO ESTOY EMBARAZADA, ESTOY GOOOORDAAA!”

Cuando nació Fernanda fue peor. Casi a diario tenía que dar explicaciones a gente que ni siquiera conocía. Me preguntaba cuándo iba a acabar ese suplicio… Temía tener que seguir dando explicaciones sobre mi estado hasta en la fiesta de sus 15 años! La rabia me duraba días. Me sentía tan mal.

Muchos comentarios eran metidas de pata genuinas. Pero nadie me va a sacar de la cabeza la convicción de que la mayoría era mal intencionada. Recuerdo la vez que me piché más. Era mi primera salida nocturna después de meses de claustro inducido por la lactancia y el agotamiento. Fernanda tenía 7 meses. Yo había perdido unos buenos 8 kilos, pero como había subido 19 durante el embarazo, todavía me quedaba un laaargo camino hacia la normalidad. Pasé horas vistiéndome, arreglándome, maquillándome, y francamente, estaba bastante contenta con el resultado. Ni bien llegué a la fiesta se me acercó una chica insoportable y con cara de espanto me dijo a los gritos, frente a mi marido y a todos mis amigos: “¡Dios míiiiio! ¡Estás embarazada ooootra vez!”

La quería estrangular en el acto y luego hacer picadillo con lo que quedaba de ella. Como ya estaba podrida de estas situaciones y no la soportaba, decidí curarle de espanto. Con absoluta naturalidad, le expliqué que engordé mucho en mis dos embarazos e inmediatamente, cambié de tema. Con la misma falta de delicadeza y cara de susto, le pregunté por qué seguía soltera a su edad. Y rematé diciéndole con tono de lástima: “¿Quién iba a pensar que vos, con lo linda que eras, ibas a terminar solterona!”

Cuando mi amiga, Leticia, me contó cómo la misma mujer le preguntó dos veces en un mismo mes si estaba embarazada, comprobé que, a veces, la mala intención ni siquiera es disimulada. Su respuesta fue simplemente brillante: “No, pero la quiero cómo si fuera mi hija: Se llama GRA-SA".

Yo, a las embarazadas las miro 542.855.348.597.595 veces antes de meter la pata, y si no estoy segura, me callo. No hay que preguntar si alguien está embarazada. No importa que la mujer esté con un pie en la sala de parto; estas cosas simplemente no se preguntan. La próxima vez que duden, recuerden que la discreción nunca viene mal.


ILUSTRACIÓN. JOANA WASZAJ

De mi pecho a su alma


Al fin llegó Julieta. El parto fue normal; ya no tan doloroso como los anteriores pero tan emocionante como el primero. Nació mi gordita, sanita, pesando tres kilos y medio de ternura absoluta. Sus rollitos, sus manitos regordetas, su boquita perfecta son una delicia para mis ojos de madre.

En el sanatorio empezaron las comparaciones: Que tiene la nariz de la tía Rossana, que se le parece al papá (evidentemente, comentario de mi suegra), que se me parece a mí (respuesta de mi madre)… en fin, parecida hasta al tío abuelo Pochocho. No entiendo cuál lo que es el trauma de la gente de encontrarle parecido a un ser tan nuevo y único como lo son todos los bebés. Es cierto que tienen aires que nos recuerdan a veces a seres queridos, a personas que amamos. Cada vez que miro a Paulina, mi hija mayor, creo estar viendo de nuevo los ojos de mi papá, quien ya no está.

Cuando estaba embarazada me sentía regia, plena y feliz de llevar dentro mío a mi bebita. El día que nació fue el tercer día más feliz de mi vida, hasta ahora cuando lo recuerdo me emociono. Claro está que esta felicidad duró exactamente desde las 11:45, hora en la que nació, hasta las 22:00.. Ahí empezó mi tortura, la difícil tarea que nunca se acaba. Esos llantos nocturnos que son el preludio a un sinfín de noches sin dormir.

Como el parto fue largo y agotador, cada vez que me tenía que levantar de la cama era como ir caminando a Caacupé. Estaba agotada, hinchada, me picaban las piernas por la analgesia, me dolían los pechos que se estaban cargando de leche, y Julieta simplemente lloraba y lloraba hasta llegar a ellos. Cuando dejaba de mamar se dormía por unas horitas, que con mi nivel de cansancio parecían microsegundos.

¡Cada vez que pienso en los meses por venir me entra una desesperación! Recuerdo una publicidad que me pareció genial, en la que un bebé lloraba y la madre simplemente apretaba un botón de OFF y el llanto cesaba. ¡Qué cosa maravillosa sería que los bebés vinieran con un botón, o al menos una sordina!

Todos estamos de acuerdo en que los bebés son seres encantadores que hacen que nuestros corazones se inunden con el amor que sentimos; ¡pero qué hambrientos llegan a este mundo! Te hacen pensar cosas absurdas, como por ejemplo, cuestionarte por qué los seres humanos tenemos que ser mamíferos, por qué lo que no descendimos de los ovíparos. Ponés un huevo, te sentás encima y cuando nacen, ya son seres independientes a los que solo necesitás acercarles la comida. Querés ser hasta una mujer lagarto con tal de obviar el sacrificio que es para las mamás el proceso inicial de amamantar.

Es cierto, parece que en nuestra leche se nos va ese amor que nos desborda el corazón, directamente hasta sus pancitas. Siempre siento eso cuando les doy de mamar a mis hijas. Como que el amor que siento me rebasa el pecho explotando en una catarata de gotas blanquecinas que van directamente de mi alma hasta la suya.

Qué gran acto de amor es dar de mamar. No solo por lo que una siente, sino por el sacrificio que conlleva. Como todo gesto de amor, es desinteresado, generoso y heroico. En este momento, soy la Juana de Arco de la leche. Levantándome con abnegación cada vez que escucho el llantito de mi beba. Mis ojeras testimonian las noches en vela, mis senos, mi piel, mis cabellos, mi ser entero entregado a ella. Estoy convertida en un biberón con patas, una sonámbula agotada que camina envuelta en un manto de gloria y santidad, plenamente convencida que su sacrificio es por un bien mayor.

A Julieta, como hice con Paulina y Fernanda, pienso darle de mamar por un año entero. Seguramente los pechos me llegarán hasta el ombligo al terminar esta tarea, y por supuesto, mis ojeras acompañarán este trayecto. Se me caerá el pelo, se me quebrarán las uñas, estaré siempre expuesta a la pública exhibición de mis senos, a los bochornosos goteos, al agotamiento general por dormir menos que un médico de guardia. Pero estaré feliz y confiada de que esta entrega no es en vano. Mi beba crecerá sanita, fuerte y se convertirá con mi ayuda en esa persona maravillosa y luminosa que está destinada a ser.


ILUSTRACIÓN. JOANA WASZAJ

Pensamientos para todas las madres


Finalmente, he encontrado un nombre para la beba: Julieta. Me encanta: es romántico, dulce y súper femenino. Por supuesto que me preocupa que le tienten con Romeo, pero para cada nombre los chicos encuentran alguna asociación. Si me guiaba por esto, no iba a encontrar un nombre nunca. En fin, lo bueno es que la bebita ha salido del anonimato!

Estoy, como dicen, a punto de caramelo; me falta un mes y estoy por explotar. El otro día acompañé a Fernanda y Paulina a un cumple y, para serles franca, tenía miedo de que me confundan con la piñata. Lastimosamente, no llevo bien los embarazos, pero lo importante es que me nacen sanitas y que estoy bien; obesa, pero bien. No pienso amargarme por esto, este es un mes muy especial y hay cosas más importantes en las cuales pensar.

Este es el mes de las madres. Por eso, decidí pensar en todas nosotras, sin exclusiones. Esto va tanto para las que ya somos mamás como para aquellas que anhelan serlo. He pensado mucho en una amiga que está buscando un bebé desde hace tiempo. Lo difícil y duro que es para ella tener tantas expectativas y tanto amor para dar, y la frustración y tristeza que le producen estos largos meses sin resultados. Se merece tanto la dulzura de escuchar una vocecita que le diga “mami” cada día. Se lo merece infinitamente porque lo sueña a diario. Estoy segura, María, amiga del alma, que pronto oirás esas palabras. Rezo por vos y te felicito en este día, porque también sos una madre en potencia, y de las mejores!

También he pensado en las madres sacrificadas, las invisibles heroínas domésticas. Aquellas que trabajan y que tienen que dejar a sus niños en casa, extrañándolos y culpándose a diario por no estar con ellos. He pensado en las madres que están aún más lejos de sus hijos, en España, añorando su compañía profundamente, mientras luchan por darles un futuro mejor. He pensado en las madres que no tienen nada, que sufren el hambre de sus hijos más que la suya. He pensado en las mamás casadas y también en las solteras, que son mamás y papás al mismo tiempo. He pensado en las madres del corazón, aquellas que no tuvieron la fortuna de dar vida, pero que tuvieron la bendición de dar amor. He pensado en las madres que perdieron a sus hijos y que tal vez estén más tristes que nunca en su día. He pensado tanto en las madres tristes como en las felices. He pensado en las súper mamás que esta ajetreada vida nos obliga a ser; aquellas que, al igual que yo, estudian, trabajan y crían…. y lo hacen ver fácil por más de que no lo sea. He pensado en su fuerza, en los desafíos que cada día tienen que afrontar, en sus preocupaciones, en sus sueños y en sus esperanzas, pero principalmente, en su compromiso de amor. Porque no hay nada más absoluto que el amor que sentimos las madres hacia nuestros hijos.

Hoy, más que nunca, pienso en todas las mamás que amamos a nuestros hijos, y que de tanto amor, a veces sentimos que el corazón no nos cabe en el pecho. Me emociono hasta las lágrimas (no solo por el hecho de estar embarazada) porque a diario me doy cuenta de que este amor inmenso es el que da sentido verdadero a nuestra vida. Este amor que sentimos las madres es como una onda expansiva que se contagia y se multiplica hasta el infinito. Al amar así nos sentimos plenas y la felicidad deja de ser una abstracción para materializarse deliciosamente en los ojos y en las sonrisas de nuestros hijos.

Desde que soy madre, creo haber comprendido internamente muchos misterios de la vida que tal vez mi mente nunca hubiese podido descifrar. Porque desde que una es madre, todo se traduce en sentimientos. Desde que soy madre, he aprendido a ser feliz con un abrazo, con una palabra inesperada, con la risa de mis hijas cuando juegan, con el sereno ritmo de su respiración cuando se quedan dormidas en mis brazos. Desde que soy madre, la felicidad absoluta irrumpe a diario en la monotonía de mi vida, la sacude, ME sacude y me siento el ser más agradecido del mundo; porque cada día que pasa veo en los ojos de mis hijas un poquito de Dios, un destello del cielo y una razón para vivir.


ilustración JOANA WASZAJ

Se busca Nombre


Estoy preocupadísima. Se acerca cada vez más el día del parto y todavía no encuentro un nombre para la nueva beba. Tengo tanto miedo de no decidirme a tiempo y tenerla varios meses N.N. en su cunita del sanatorio. No quiero que sea anónima ni por un solo segundo de su existencia. Quiero ponerle un nombre ahora, para que se vaya acostumbrando desde la pancita.

Tengo una amiga que decide el nombre de sus hijos al nacer de acuerdo a la carita del bebé. Pero jamás le vi la cara de fulano o mengano a nadie. Me causa risa imaginármela en el momento en el que decide si su hijo tiene más cara de Carlos que de Roberto.

La mayoría de las mujeres somos re “Susanitas”, y desde chicas ya pensamos en nombres para nuestros futuros hijos. El problema es que una tiene nombres previstos para uno o dos hijos, como máximo, y para el tercero como que se agota el repertorio. Lo peor es cuando tenés un nombre de cabecera. Un nombre que adorás y que te pasás diciendo que será el nombre de tu hija, y luego, zácate, le conocés a una homónima odiosa que te mata el nombre. Yo, por ejemplo, toda la vida soñé con llamar Irene a mi hija, hasta que Irene resultó ser el nombre de la ex de mi marido. Por supuesto que el nombre que tanto amaba fue acribillado en el acto. Pero lo más feo le pasó a mi prima, que juraba que llamaría Lola a su primogénita, hasta que Lola resultó ser el nombre del perro salchicha de su suegra.

Otro factor que hay que tener en cuenta a la hora de elegir un nombre es que no es una nada más la que elige. El padre, los hermanitos, la familia, los amigos, los amigos de los amigos… y hasta el despensero de la esquina se meten!. Todos se sienten con el derecho de participar de la elección, tirar sugerencias o manifestar su consenso o disenso. Claro que cuando estamos en nuestra etapa de ilusas Susanitas, seleccionando nombres de telenovela para nuestra futura prole, no se nos pasa por la cabeza el hecho de que nuestra tan pensada selección tiene que pasar por un inclemente juicio de aprobación o rechazo.

Así empiezan las peleas. Los tire y aflojes y las interminables horas de negociación entre los esposos para elegir el nombre. Ponele la firma que ellos siempre van a tantear el nombre de su mamá para alguna de tus hijas, y ni que fuesen reyes ingleses incorporarán un nuevo Carlos o Ricardo a la ya larga lista. Así, el hijo que planeaste llamar Pier Paolo terminará llamándose Carlos V, porque TODOS los hombres de la familia de tu “peor es nada” se llaman Carlos (cosa que condena a cada uno de los Carlos a convivir con un apodo para diferenciarlo de los demás Carlos).

Cada vez que pienso en nombres enchufados, recuerdo a mi querida amiga Carolina, que sigue sin poder entender cómo cometió la necedad de dejar que su marido elija el nombre de su primogénito. Y ella, que anhelaba un nombre único, creativo y fantástico, terminó con un simple José. Jura y rejura que cuando le toque a ella se vengará buscando el nombre más estrafalario…. Que todavía no define si será Zaratustra, Berengario o Siddhartha.

Al menos, su marido se las dio de sencillo nomás. Peor hubiera sido si se hacía el estrafalario y terminaba llamando a su hijo Libre Pensamiento o Nabucodonosor. Hay cada nombre! No sé en qué pensaban los padres… es como sentenciar a sus hijos a pasar por un eterno purgatorio de burlas y farreadas. Imagínense nomás que en México recientemente unos padre decidieron llamar a su hijo Yahoo, para celebrar el hecho de que se conocieron en el Chat. Y si se conocían en un bar, ¿cómo lo hubieran llamado? ¿Baccardi?

Ven que no es fácil elegir un nombre; es todo un tema! A pesar de que aún no tengo ninguno previsto (ya que se me agotó el stock), ya estoy anticipando muchas peleas! Me esperan muchas horas de tire y afloje hasta llegar, primero, a una resolución sobre cuál será el criterio de selección, y luego, horas y horas de negociación hasta dar con un nombre que nos guste a ambos. Solo espero que sea cual sea el nombre que elijamos, le guste a la más afectada, la bebita, que por ahora duerme anónima en mi panza.
ilustración JOANA WASZAJ