miércoles, 20 de mayo de 2009

PADRES FABULOSOS


En mi columna siempre hablo de las madres y de todas las cosas que nos toca vivir. Pero por ser éste el mes del padre, he decidido dedicarle esta columna a todos los maravillosos padres que nos acompañan en la difícil tarea de educar y criar a nuestros hijos.

Yo tuve la bendición de tener un padre fabuloso. De esos que solo hay 1 en 1 millón (evidentemente esta aseveración es muy subjetiva, me imagino que todas las mujeres vemos a nuestros padres de esta manera). Él estaba muy presente en nuestra vida. Nos leía cuentos, nos llevaba al parque, nos contaba sus historias, nunca nos retaba ni nos pegaba y abrazarlo era lo máximo. En sus brazos me sentía totalmente protegida y feliz. Ahora ya no está conmigo pero lo recuerdo todos los días con el mismo amor y sigo sintiendo su presencia en mi corazón.

También mis hijas son afortunadas. Porque Eduardo es un padre excelente. Las hace reír, les enseña a descubrir el mundo y les enseña a no tener miedo y a animarse a probar cosas distintas. Por supuesto que yo también tuve muchísima suerte de que Eduardo no haya sido uno de esos padres que se niegan a cambiar pañales y a ayudar en la crianza de los niños. Porque verdaderamente hay muchos padres, que pueden ser Ingenieros Astrofísicos, pero a la hora de enfrentarse a cambiar un pañal hediondo, ponen cara de confundidos y afirman orondos que ellos “no entienden” a los pañales. Hay muchos padres frescos llenos de pretextos y protestas a la hora de compartir nuestras responsabilidades.

¡Por suerte Eduardo no resultó ser uno de esos Ingenieros poco ingeniosos sino todo lo contrario! Nunca voy a olvidar una vez que yo estaba re mal engripada en cama y las nenas tenían que ir a un cumple. Como yo no me sentía bien, él solito se las arregló para vestirlas y peinarlas. Pobrecitas, ¡estaban disfrazadas! Nada combinaba con nada, les puso vestido con champion y como no tenía idea como poner una gomita y mucho menos hacerles trenzas les puso una cantidad de hebillas en la cabeza. Pero igual yo me sentí tan agradecida ya que al menos hizo el esfuerzo. Eduardo se sentía tan orgulloso que no me dio el corazón para cambiarles a las nenas y así fueron, dos payasitas felices a divertirse al cumple de sus primitos.

Pero definitivamente quienes más ayuda reciben de Eduardo son nuestras tres hijas. El hecho de dedicarles tiempo y de estar siempre ahí para darles una mano les hace sentir seguras y felices. Paulina por ejemplo está convencida que su papá es un genio. La otra vez se le rompió uno de sus juguetes. Era un elefante a pila que caminaba y levantaba la trompa. Quedó hecho añicos, pero no me permitió tirarlo ya que estaba absolutamente segura que su papi iba a poder arreglarlo, y me replicó: “mi papi va a arreglar mi elefante porque mi papi es ingeniero.” Si, Eduardo es ingeniero…. pero agrónomo. De todas maneras ella está convencida que es la máxima autoridad en todo pues su padre nunca la defrauda. Por más de que le tome tiempo y le cueste mucho trabajo va a estar allí para poner todo su ingenio a la práctica y ayudarla a solucionar sus problemitas y convertirse en una personita feliz y segura. Al elefante lo arregló contra todo pronóstico y Paulina quedó encantada. Pero sobretodo, quedó feliz de que su papá estuvo allí para ayudarla.

Estoy segura que los padres saben que todo el tiempo que dedican a sus hijos contribuye a formarlos y a hacerlos sentir siempre protegidos. Por más que pase el tiempo, y surjan problemas más complicados que un elefante roto, problemas que ellos no puedan solucionar; sus brazos fuertes siempre estarán allí para sostenernos.

POR TUS VENAS CORRE MÁS QUE MI SANGRE… CORRE MI AMOR

Hace exactamente un año, le dedicaba mi columna del día de la madre a mi querida amiga María y a todas las “madres en potencia”, aquellas que tienen tanto amor en el corazón pero que no logran tener hijos. En ese momento, María estaba ya en pleno proceso de adopción. A través de ella, viví ese lento y angustiante proceso, en el cual el siempre elusivo sueño de ser madre parecía una meta distante y difícil de alcanzar.

Este año le vuelvo a dedicar mi columna, pero en otro carácter: ya como madre del corazón. Finalmente llegó una bendición a su hogar: un bebé hermoso y sanito que la ha convertido en la mujer más feliz del universo.

El milagro de ser madre te puede tocar cuando, tras 9 meses de espera, se produce el nacimiento tan anhelado; o tras varios años de espera, en el momento en que tomas en brazos por primera vez al bebito que adoptaste. En ambos casos, cuando lo miramos por primera vez, ese bebito tan chico e indefenso inmediatamente se apodera de nuestro corazón y nos transforma. Esa mirada y ese gesto tan natural de alzarlo en brazos basta para convertirte en madre.

Cuando le entregaron su bebé a María, sus brazos le temblaban de la emoción y no podía parar de llorar, exactamente como cualquier parturienta al recibir a su hijo. Y el sentimiento, ese amor que uno siente profundo en el corazón, es exactamente igual en las madres biológicas como en las madres adoptivas.

Nosotras, sus amigas, no lo podíamos creer. Estaba tan radiante como toda primeriza. ¡Tenía una sonrisa que le salía del alma! En un solo día su vida había cambiado totalmente. Ella no tuvo los 9 meses de preparación, en los que uno se va haciendo a la idea de que un bebé está por llegar y revolucionar nuestra existencia. No tuvo babyshowers previos para surtirle de todo lo que necesitaba. Pero se notaba que estaba preparada para este bebé, lo estaba esperando hace mucho más que 9 meses.

Por supuesto le hicimos un “post-baby shower” donde le conocimos al nuevo sobrinito. Una maravilla de bebé. Tan chiquitito y tierno, y tan cómodo en sus brazos. No les puedo explicar la emoción que sentí al verla así, de un día para otro, convertida en madre. Sabiendo lo mucho que ella había anhelado tener un hijo, los difíciles caminos que recorrió y los momentos dolorosos que pasó, ver este desenlace tan feliz y mágico fue verdaderamente una experiencia muy conmovedora.

Este 15 de mayo, mi amiga María se une por primera vez al club de las madres que celebramos el acto de amor que hacemos cada día. La felicito a ella y a todas las madres de corazón, que han hecho ese acto de entrega tan generoso y perfecto que es adoptar a un niño. Cómo admiro a las madres que abren su corazón de esa forma a un niño que no lleva su sangre, y lo hacen suyo entregándole todo su amor. Como decía la madre adoptiva de un amigo mío: “el no es mi hijo, es mucho más que mi hijo porque por sus venas no corre mi sangre, corre mi amor.”