jueves, 6 de agosto de 2009

Tecno niños

¡Como cambian los tiempos! Cuando yo era niña recuerdo que todo era más lento, sobre todo la tecnología, que tardaba muchísimo en renovarse. La primera gran invención que recuerdo de niña allá por los 80’s fue la llegada del video. A fines de los 80’s surgió la novedad de los CD’s y luego, muchísimos años después, cuando yo ya era adolescente, llegó el cable. Hoy en día parece como que cada segundo aparece algo nuevo. Para cuando aprendemos a usar algo resulta que ya es obsoleto.

Esta constante renovación tecnológica hace que ya nada nos sorprenda. Aquellas cosas que de niños nos parecían de ciencia ficción, como los teléfonos con pantalla ahora son tan comunes como el agua. Mis hijas ya nacieron inmersas en la tecnología. Ellas nacieron en el siglo XXI. Ellas no conocieron un mundo sin celulares, cable, internet y computadoras.

Conversando esta mañana con Paulina le conté como era ese mundo. Me miraba con ojos de huevo frito y con un asombro infinito me dijo: “¡¿La tele solo tenía TRES canales?! Yo le contesté que si, y que en cima para cambiarlos teníamos que girar una especie de dial. Ahí ya con lástima me dijo: ¿pero mami, entonces cada vez que querías cambiar de canal tenías que LEVANTARTE?” A ella no le sorprendía la tecnología, sino la falta de tecnología.

Nuestra pequeña conversación me hizo recordar algo muy gracioso que sucedió unos meses atrás. Fuimos a visitar por su cumpleaños a mi abuela, que por supuesto nunca se ha amigado con la tecnología, y mantiene intacto todos los artilugios retro de su época. Creo que lo único que logró aprender a usar es el control remoto. Pero hasta cambiar la temperatura del aire acondicionado es un misterio para ella. Después de merendar le dije a Paulina que vaya a la sala y le llame a su papá a casa ya que nos tenía que buscar y yo me había olvidado el celular para variar. Desde la sala me gritó: “¡Maaaami, el teléfono de Lela no aaaaanda!” Cuando llegué a la sala para ver cual era el problema, la encontré tratando de apretar los números del dial, por supuesto sin éxito. ¡La pobre jamás había visto un teléfono a dial y no tenía la más pálida idea de cómo usarlo! No pude contener la risa. Un teléfono ochentoso de tecnología arcaica la había descolocado. Era la primera vez que la tecnología (en este caso de otras épocas) la superaba.

En realidad, el caso siempre es el contrario. Es impresionante la facilidad con la que se familiarizan con todos los artefactos de la casa. Paulina me dejó con la boca abierta cuando teniendo apenas 1 año y medio se sentó frente a la computadora y empezó a mover el mouse como toda una experta. Fernanda ya prendía la tele y ponía sola sus DVDs a los 2 años… y quien sabe con que me sorprenderá Julieta que acaba de cumplir 1 año.

Paulina me da mucha gracia. Ella que es tan ocurrente siempre me pregunta cosas como ¿Por qué no inventaron un cohete que llegue hasta Saturno? o ¿Cuándo van a inventar el tele- transportador? A ella no le asombran las cosas que a nosotros nos impresionó ver materializarse en este siglo… a ella lo que le llama la atención es todo aquello que aún queda por inventar y no logra entender porque TODAVÍA no lo inventaron.

Asimilan todo rapidísimo. Le mostrás una vez como funciona algo y luego van descubriendo el resto solitas. Al final, resulta que ellas terminan dominando más lo que le enseñaste que vos misma. A veces hasta me picha! No puede ser pues que tu hija de 8 años te tenga que explicar como usar el bluetooth de tu celular con el que venís luchando desde hace meses!! Peo bueno, al fin y al cabo es comprensible, somos de siglos distintos, nosotras las madres somos, aunque nos cueste admitirlo, del siglo pasado y nuestras hijas ya son de un nuevo siglo!!!

¡Alerta! Epidemia Embarazosa


No se si se dieron cuenta de que la verdadera epidemia de este invierno son los embarazos. Amiga con la que hablo me cuenta que está esperando. ¡Parece que se pusieron de acuerdo todas para hacer el mama club juntas! Hay épocas en las que esto sucede. Al menos así me parece a mí… como si se tratara de un ciclo hormonal… o tal vez sea el agua (como dice una amiga mía gringa que está convencida que nosotras, las paraguayas somos las mujeres más fértiles del planeta).


Para las que ya cubrimos nuestros cupos de embarazos, estas épocas resultan un poco preocupantes. Porque los embarazos son un poco contagiosos y que nadie diga lo contrario. Ver a tantas mujeres radiantes, luciendo sus panzas orgullosas, inmediatamente activa nuestro traicionero instinto maternal. Ahí nomás empezás a tocarte la panza mientras soñás despierta imaginándote lo lindo que sería tener otro bebecito amoroso y sonriente.


Lo cierto es que yo por las dudas estoy ultimando precauciones. Estoy tan preocupada de no “contagiarme” con la epidemia que hasta estoy pensando en doblar mi dosis de anticonceptivos y si hace falta hasta ponerme un preservativo gigante al más puro estilo de “La Pistola Desnuda”. Yo me quedo con las tres nenas… por más que mi marido me sigue hinchando por el varoncito. En este momento, mis capacidades maternales ya no dan abasto. Es que cansan mucho los chicos, sobre todo hoy en día que tenemos que trabajar a la par que nuestros maridos, y hacerlo con pansa, náuseas y mareos no es para nada divertido. Mis motivaciones para no tener más hijos, son puramente prácticas, y tal vez hasta egoístas.


Sin embargo tengo amigas que alegan motivos mucho más dramáticos. A más de una ya le he escuchado decir: “no es el momento de traer niños al mundo… en el futuro van a haber muchas carencias…. Muchas epidemias, enfermedades, va faltar agua, todo va a estar contaminado, etc. etc.” Seguro ven demasiado de esos documentales espeluznantes que pintan un futuro terriblemente apocalíptico.


Pero igual las mujeres siguen procreando. Y no lo hacen por estar despreocupadas por el medio ambiente, ni porque su instinto maternal “egoísta” las lleva a anteponer sus deseos a ser madre a la preocupación por el futuro que les espera a sus hijos. Lo hacen por la sencilla razón de que saben que los niños son el futuro del mundo. Yo creo que en alguna de esas panzas que lucen orgullosas ahora mis amigas se están gestando grandes cerebros, que encontraran vacunas, solucionaran los problemas de polución y conciliaran la paz mundial. Nunca se sabe. Podría estar llegando el próximo Einstein, la próxima Madre Teresa o el próximo Gandhi… podría estar gestándose una semillita capaz de transformar al mundo.


Es que una panza es el depósito de miles de sueños e ilusiones que dan lugar a todo un universo de posibilidades y a los más bellos pensamientos. Las panzas son la materialización de la ternura. Dentro de ellas laten corazones, se acuna la inocencia más pura y se gestan no solo bebes sino también esperanza.