lunes, 10 de enero de 2011

Picazones y Sofocones



Llega el verano y con él hace su triunfante aparición el solcito que tanto amamos, así como también el insoportable calor que todos odiamos. Inexorablemente con el calor, llega también el sudor y el consecuente sarpullido, una verdadera tortura para nuestros hijos y un gigantesco dolor de cabeza para nosotras. 

Mis tres hijas me salieron con la piel súper delicada. Caracha que hay, caracha que se les pega. Y cuando empiezan los sofocones del verano, ni dejarlas en remojo todo el día en el pelopincho les salva de los brotes de sarpullido. 

Todo el verano para mí es como vivir con varicela en la casa. Aunque en realidad, creo que ni cuando tuvieron varicela les picó tanto, ya que tenían la vacuna y les brotó muy leve. Pero cuando aparecen los primeros sarpullidos estivos, mis gordas empiezan a rascarse como si tuvieran pulgas y las noches me las paso en vela atendiendo a sus lamentos de: “¡Aaay, me piiiicaaaaa, me picaaaaa!”

Las prójimas amanecen todas rosadas de pies a cabezas, completamente embardunadas de loción. Fernanda es la que más sufre, no solo porque su piel es la más delicada, sino también porque odia el rosado como si se tratara de la peste. 

Lo triste es que ya probé de todo, cuanto ungüento y mejunje encontraba en la farmacia y cuanto yuyo me recomendaban mis amigas (Porque para estas cosas todo el mundo se convierte en opinólogos y médicos sin diploma). ¡Hasta probé la receta de las abuelitas de ponerles maicena con el único resultado de que mis hijas terminaron pareciendo milanesas con pulgas!

Pruebe lo que pruebe, ni bien se curan y empiezo a creer que se acabaron mis problemas ¡zacate! ¡Ya otra vez les brota el sarpullido! y me encuentro de nuevo aplicando mejunjes para intentar aliviarlas.

Pero cuando el sarpullido les brota con todo es cuando juegan en los areneros. ¡Creo que éstos son mi peor pesadilla! Una baña y arregla a sus hijos para que queden todos chusquitos para ir a los cumples, a la guarde y a los encuentros con los amigos y cuando los buscamos, ¡los encontramos como si estuvieran llegando de una guerrilla en la selva amazónica! Y como si nos sobrara el tiempo, los tenemos que volver a bañar de pies a cabeza nuevamente.

Yo francamente cada vez que veo un arenero empiezo a plaguearme internamente. Me plagueo, no solo porque ya sé el doble trabajo que me espera, sino también porque ya casi puedo ver el mega brote de sarpullido que tendrán al día siguiente. En realidad no sé cual lo que es el trauma de incluir areneros en cuanto espacio de juegos para niños existe. Yo los veo como caldos de cultivos para bacterias y gérmenes que originan todo tipo de carachas. ¡A mi humilde opinión, deberían prohibirlos por insalubres!