martes, 12 de julio de 2011

LA SANGRE NO ES AGUA


Cuando era chica, mi abuela le decía a mi madre cada vez que se plagueaba por mi carácter o mis berrinches: “La sangre no es aaagua. Es igualita a vos cuando eras chica.” ¡Y  bien que tenía razón! Ahora me toca estar del otro lado de la moneda: las que se parecen a mí son mis hijas. Es increíble cómo no sólo se hereda el aspecto físico, sino también los gustos, las costumbres, los gestos, el carácter y… lastimosamente, ¡también las manías y caprichos!

Todos amamos vernos reflejadas en nuestros hijos. Pero cuando lo que se refleja no es la forma de la boca, o el perfil familiar, sino aquellas cosas que más detestamos de nosotras mismas, empiezan a sonar alarmas interiores y hasta se podría decir que escuchamos en el fondo de nuestro ser el eco de la voz de nuestras abuelitas diciéndonos con ironía: “¡la sangre no es aaaagua mi hija!” 

En mi familia, las herencias son muchas. Parece que no sólo hay “aires de familia” como se suele decir, ¡sino verdaderos vientos huracanados! Mi sobrinito Panchito, que es una pulga de 1 año y medio, no sólo heredó de mi hermano la forma de pararse con los brazos cruzados en la espalda, sino también su increíble terquedad. Tan chiquito y ya no hay forma de revocar su “NO”.  

Cuando yo era chica, lo que más odiaba de mi madre eran sus interminables plagueos. Eran como se dice “más largos que rezo de pobre”, una cosa de no acabar que empezaba ni bien abría sus ojos a la mañana y no paraba hasta que los cerraba por las noches. ¡De repente hasta en sueños se plagueaba! Ahora de adulta y de madre al borde, como lo fue ella, la plagueona de la casa soy YO. Cada vez que empiezo mi letanía, miro la cara de saturación de mis hijas y de mi marido y me entra una rabia tremenda. Hago un mea culpa ya que me encuentro a mí misma siguiendo el mismo camino que mi madre. Quisiera tanto no ser tan plagueona, pero una vez que empiezo ya no puedo parar. Es más fuerte que yo….  

Pero lo peor de todo es que ahora también tengo una mini plagueona precoz en la casa. Paulina salió calcada a la abuela y a la madre. Todo es motivo de plagueo para ella y sus preocupaciones son tan inverosímiles que hasta dan risa. ¡De qué podría posiblemente plaguearse una niña tan pequeña! Aunque parezca imposible, siempre encuentra motivos. Que su hermana le “gastó todo el borrador”, que está harta de comer siempre lo mismo, que con esto del bicentenario está cansada de ver tantas banderas, que le cansa mucho el ballet por que la profe le hace estiraaaarse como un fideo, que nunca tiene tiempo para ver tele porque le dan demasiadas tareas, que Julieta pregunta demasiado porqué esto y porqué aquello…. Y todo dicho en sucesión y con una voz lastimera que hasta me dan ganas de que tuviera un botoncito de “mute”. 

Por su parte, Fernanda es tan maniática como su papá. A la hora de comer es toooda una historia porque tal como al padre, ODIA la cebolla y está convencida de que le ponemos cebolla a escondidas en todas las comidas. A la hora de vestirse, toooodo le molesta, principalmente las medias y los zapatos, motivo por el cual ni bien puede se descalza para andar py nandy tal como su padre acostumbra. 

Julieta, salió exagerada como mi hermana. Todo es un motivo de drama para ella. El mundo se le viene abajo si se le derrama jugo sobre la ropa y puede llorar desconsoladamente por horas si se le rompe una crayola o si se le arruga un papel.

Qué les puedo decir, mi abuela tenía razón. Nuestros hijos heredan de nosotros hasta aquellas cosas que rezamos para que no hereden.  www.madrealborde.blogspot.com