viernes, 23 de marzo de 2012

MOMIZILLAS



Toda madre al borde sabe, que nuestros hijos no son los únicos en alterarnos. Muchas cosas nos alteran: nuestras medias naranjas, las cuentas, la lista de útiles, las interminables idas al súper, las chofereadas desde el amanecer hasta bien entrada la noche. Y entre todos aquellos factores que pueden alterar nuestra paz, aunque usted no lo crea, también se encuentran otras madres.  

Pero aquellas en alterarnos no son las madres como nosotras, las de carne y hueso (por lo general más carne que hueso), las madres al borde, las madres como una. Sino ESAS OTRAS madres. Las  regias, las insoportables y las perfeccionistas maniacas archi-competitivas. Esas madres regias e impecables que nunca tienen un pelo fuera de lugar y que al sentarse al lado nuestro en la reunión de padres hacen que nuestro acachará quede resaltado con flúor.

Empecemos con las regias. Díganme si no hay nada más alterante que una madre que llega al cole a las 7:00 am como recién salida de una revista, planchada, almidonada y remojada, con las manos hechas, brushing autoinmune a la electricidad estática, toda perfumada y chururú. Y luego llegamos nosotras, como recién salidas de la cama, zombies, caóticas y alteradas, con el esmalte añejo, nuestro pelo revuelto, apestando al todynho que se derramó en el auto de ida al cole y absolutamente zaparrastrosas de pies a cabeza.  

Si bien odiamos las comparaciones, nosotras mismas somos las primeras en comparar su look regio con nuestro look plebeyo -patético. Pero no es solo su inmaculada pulcritud comparada a nuestro atroz atuendo deportivo matutino lo que nos altera. Es todo lo que ella representa: el hecho de que se puede ser madre sin engordar 20 kilos en cada embarazo, que las piernas sin celulitis había sido que existen, que se puede ser buena madre y regia al mismo tiempo, que ser madre no necesariamente implica ir por la vida alterada y eternamente al borde. Estas madres son como bailarinas de ballet: a pesar de estar haciendo un esfuerzo tremendo, siempre mantienen la gracia, logrando que ni siquiera se les mueva un pelo, ni se les escape una sola gota de sudor; de manera a que nada en su expresión o aspecto  delate alteración alguna. ¡No podemos evitar odiarlas por el solo hecho de existir!

Hay otras madres, que son simplemente densas y plagas. Estas madres entran en el perfil de las “insoportables”. En todo grado hay una. Esa que ni bien se sienta empieza una letanía de plagueos contra la escuela, los otros padres, los otros niños, los profesores, la política, el tráfico, el estado del tiempo. Motivos, nunca le faltan, y si escasean se los inventa  o los colorea para acentuar el dramatismo de su existir. Digamos que es una madre exageradamente al borde, demasiado ya como para caernos en gracia o hacernos sentir empatía hacia ella. Ella tiene que estar en todo, solo para tener con quien plaguearse. Es aquella que hace de las peleas un hobbie. Le encanta ponerse en el centro de las crisis, riñas y cotilleos. Y cuando no reina el caos es la primera en generarlo. Es la tediosa que vive de lamentación en lamentación y la odiosa que ama liderar las cruzadas anti violencia con violencia, las pro justicia con injusticia y las pro familia con intolerancia. 

Por último pasemos a las perfeccionistas maniacas archi competitivas. Aquellas que se entregan con toda su fuerza vital a convertir la crianza de su hijo o hija en un arte, por el solo hecho de lucirse. En su mundo, cada logro precoz de su hijo prodigio la ubica un peldaño por arriba de todas las demás madres. Está convencida de que ella es la súper mamá de un súper niño y que eso le da suficiente derecho como para criticar y aconsejar a todas las madres ineptas que la rodean. Es la que te mira como bicho raro por no darle a tu hijo alimentos orgánicos, la que se escandaliza si se entera de que le pones en el merendero juguitos en caja o alimentos procesados, las que te mira con penita porque  no le estás capacitando a tu hijo de cuatro años para el futuro. Sus pobres hijos tienen agendas más ajustadas que el gerente de un banco, pues pretenden que sean políglotas antes de terminar la primaria. Pero la cerecita de la torta, es que además de creerse la biblioteca andante de la maternidad, se pasan el día comentando las proezas precoces de sus mini Einsteins orgánicos como si estuvieran describiendo una de las siete maravillas del mundo.

La alteración que nos producen estas madres es proporcional a la pena que nos dan sus hijos. ¡Projimos! Pensar que a nosotras nos cuesta compartir unas cuantos momentos con ellas, ¡ y los pobrecitos las tienen que aguantar todo el día! 

UTILÍSIMOS




Con el inicio a clase todos nos alegramos por el año escolar que empieza. ¡Los niños están ansiosos por volver a ver a sus compañeritos y nosotras felices de sacárnoslos de encima! Suena cruel, ya sé, pero estoy segura que a la par que yo, muchas de ustedes no saben qué hacer con sus pequeños diablillos durante las vacaciones. 

En las vacaciones se producen varios fenómenos. La combinación de pileta y juegos que deja a los niños aceleradísimos, no es compatible con el calor infernal que nos deja a nosotras en low bat. Por otro lado, en las vacaciones nuestros hijos tienen una cantidad sideral de tiempo libre, en comparación con el casi nulo tiempo libre que nos queda a nosotras tras ocuparnos de la casa, nuestro trabajo y los niños.  Debido a todos estos fenómenos, las mamis muchas veces vemos sacrificadas nuestras bien merecidas vacaciones por tener que ocuparnos de que nuestros pequeños diablillos disfruten al máximo de las suyas. 

En resumidas cuentas, las vacaciones suelen dejarnos más alteradas que repuestas; por lo que no podemos más que celebrar el primer día de clase. Lastimosamente, la alegría del inicio de clases nos dura muy poco. Ésta desaparece en el mismo instante en que aparece la infame lista de útiles. La misma de tan larga ya parece el Código Procesal Civil. ¡Ndiii es más larga que rezo de pobre!

En cima de interminable, es tediosamente detallada. Cada año la van haciendo más complicada, de manera a que cumplirla al pie de la letra se convierte en una aventura similar a esos juegos de cacerías de tesoro. 

-          Regla de 15 cm (no 10, ni 20, ni 50. ¡QUINCE!)
-          Dos Lápices HB y un lápiz 2B. (¡Guay de que traigas un lápiz HB y dos lápices 2B!)
-      Lápices de colores de TAL marca (me he topado varias veces con pedidos taaan detallados que dan miedo)
-        Cuaderno cuadriculado de 50 hojas para matemáticas, forrado en AMARILLO, cuaderno de dos rayas de 100 hojas para vida social, forrado en VERDE, cuaderno de dos rayas de 20 hojas para avisos forrado en ROJO, cuaderno de dos rayas de 100 hojas para ciencias naturales forrado en NARANJADO. TODOS ROTULADOS. (Luego se pasa a las instrucciones de forrados de los libros de texto con más colores que el arcoíris.)

Además de pedirnos una cantidad absurda de cuadernos (muy pocos de los cuales será usado por completo al terminar el año) nos piden más carpetas que las que necesita un estudiante de arquitectura de quinto curso y hasta hojas sueltas extra como si los cuantiosos cuadernos fueran a resultar insuficientes.
Cada año, mientras completo la lista con impotencia, impresionada por tanto gasto innecesario de papel, me pregunto: ¿Cómo china les van a hablar después a nuestros hijos sobre la desforestación y el daño al medio ambiente, si para completar los útiles del grado nomás se habrá talado mínimo una hectárea de monte?

Y luego empieza la cacería de libros: ir de librería a librería hasta dar con el dichoso ejemplar que estaba agotado en las tres librerías a las que fuimos antes. Recuerdo que cuando era chica, una tía mía se pasó todo un día buscando la “Historia del Py”. Mi primita había abreviado Paraguay ¡y la genia de mi tía creía que se trataba de un libro de cuentos en guaraní sobre la historia de un pie! Sus hijos, que ya son grandes, hasta ahora le farrean por su literalidad.  Pero con la locura del inicio de clases a quién no le ha pasado cometer errores. A mí me ha tocado llegar a la librería sólo para darme cuenta de que no había traído la lista de útiles, o darme cuenta que entre todas las miles de listas dejé olvidada en casa la de útiles para artes plásticas.

Pero sin lugar a dudas, lo peor es cuando nuestros hijos se hacen los exquisitos. Cuando finalmente encontramos la mochila más barata, antes de que podamos empezar a celebrar nuestro hallazgo ya empieza el berrinche. Resulta que no era la que ELLOS querían. Por supuesto, aquella que ellos prefieren cuesta el doble por el sólo hecho de llevar impreso a tal o cual dibujito animado. Y así se da con todo, del merendero, pasando por la cartuchera y hasta con los cuadernos. A medida de que nuestros hijos crecen, tanto sus  listas de útiles como sus caprichos se vuelven más y más rebuscados. ¡Lo único que no aumenta es nuestra paciencia! ¡A la hora de la verdad, entre la lista interminable y el presupuesto limitado, no sé quien sale con cara más larga de las librerías, si mis hijas o yo!

LA PIPILETA



¡Qué calor de locos! ¡Febrero es un mes insoportable para los que no toleramos el calor y hasta para quienes lo toleran! Las piletas y pelopinchos se han convertido en una necesidad indispensable para hacer frente a las temperaturas del verano. 

Durante los meses de enero y febrero la pileta se convierte en el PC de toda la familia. A mis hijas le salen escamas de tanto nada, Eduardo se desestresa sacando las hojitas de la pileta tal como si se tratara de un jardín zen y yo me tumbo en la colchoneta a tomar sol como un lagarto. Llenamos nuestras expectativas veraniegas encontrando en ella: diversión, relax y el tan anhelado bronceado veraniego. 

Pero sin lugar a dudas, quienes más la disfrutan son las tres enanas. Parecen pececitos nadando de aquí para allá. Sus gritos y chapoteos se escuchan por todo el patio. Adoro verlas jugar a las carreras. Pauli, por su edad y tamaño obviamente sale victoriosa en todas las carreras. Fernanda no logra ganarle ni con toda la ventaja que le da la hermana mayor. El juego que más alboroto causa es tiburón. Creo que ni el mismo Steven Spielberg pudo lograr gritos tan histéricos de sus actrices. Es un caos total en el cual las risas nerviosas y los gritos teatrales se suman a las carcajadas, chapoteos y eventuales peleas.  Cada vez que escucho a una gritar: “¡Marcooooo!” y la subsecuente respuesta en coro de: “¡Poooolo!” siento una regresión automática a mi propia infancia. ¡Como habré jugado este juego con mis primos y mi hermana! No había siesta que no lo jugáramos. 

Además de los juegos siempre están las demostraciones de proezas infantiles. Sus despliegues de saltos son interminables. Me la paso alternando de la revista de turno a la demostración de salto alternada que hacen consecutivamente Fernanda, Paulina y hasta la caradura de Julieta que da unos mini saltos en los escalones por no quedarse atrás. Cada una de ellas grita entusiasmada: “Mira este salto mami” y en sus rostros se notan que se creen atletas olímpicas saltando por la medalla de oro.  Por supuesto sus saltos tienen menos gracia que helado dietético, pero yo siempre les aplaudo admirada como si me estuvieran mostrando proezas dignas de Nadia Comaneci. 

Como se divierten tanto, evitan en lo posible salir de la pileta… ¡ni para ir al baño! Por suerte Pauli y Fer ya superaron esta etapa, pero Julieta con sus tres añitos aún convierte la pileta en una “pipileta”. Tengo que estar re atenta ya que cada vez que se queda callada y se sienta con cara de circunstancia ya se bien que está intentando disimular el hecho de que está haciendo pipí en la pileta. Al menos ahora se preocupa por disimular, porque cuando era más chiquita era toda una caradura.  Se paraba en el primer escalón y se ponía de lo más horonda a hacer pipi ante el espanto y griterío de sus hermanas que salían asqueadas del agua y luego se rehusaban a volver a entrar en ella. ¡Se ponían furiosas con su hermana acusándola de asquerosa, como si ellas no hubieran hecho las mismas fechorías en el pasado! 

Logré sacarle el mal hábito, exiliándola a un pelopincho solitario hasta que pidiera hacer pipí y recién allí podía entrar a jugar a la pile grande con sus hermanas. La verdad que este método me resultó con las tres, ya que a cierta edad, lo único que desean es largarse a la pileta graaande, armadas de flotadores y alitas para tener un lugar más amplio en donde realizar sus magníficas y ambiciosas proezas acuáticas. ¡Allí siempre tendrán una madre orgullosa de cada una de sus pequeñas y grandes victorias! Ya sea aprender a samubillirse, nadar bajo el agua, largarse a nadar sin alitas, hacer el primer salto, ganar la primera carrera, hacer la primera parada de mano bajo el agua, el primer salto con vuelta y hasta dejar de hacer pipí en la pile, siempre tendrán algún nuevo logro para celebrar en la pileta.