Me llamo Victoria, y estoy embarazada.
Esto suena a presentación ante un grupo de ayuda, en mi caso sería “Embarazadas Anónimas”. Tengo dos nenas y esperaba cerrar el capítulo “maternidad” con este embarazo. Pero antes de concluirlo ya tengo previsto el próximo. Mi marido se muere por el varoncito, y como espero otra nena, ya tengo que hacerme la idea de que voy a tener que ir al cuarto round.
El pobre trató de consolarme cuando vio mi expresión tras la noticia. Me dijo: “tranquila mi amor, si es la dulce espera… ¿qué te cuesta otro intento en un par de años?”
¿Dulce Espera? A mí a esta altura ya no me engañan. Seguro que este término se le ocurrió a un hombre, quien asumió que a las mujeres nos encantan los gases, los mareos, la celulitis, las náuseas, la retención de líquidos, las hormonas incontrolables, las várices, las estrías, la acidez, las noches de insomnio, los nervios antes del parto, entre una docena de otras cosas. Son en realidad nueve meses de ansiedad. Primero. por saber si el bebé está sano, después por averiguar si es nena o nene, más tarde vienen las discusiones por el nombre… Yo en todo caso, lo hubiera llamado Dulce Resultado, porque lo único verdadera y auténticamente dulce del embarazo, ocurre después del parto. Es ese momento cuando sudorosas y jadeantes nos olvidamos del mundo. mientras sostenemos por primera vez a ese ser tan pequeño, vulnerable y asustado. Es ese momento en que las lágrimas corren y nos damos cuenta de que estamos llorando de felicidad (verdaderamente por primera vez en nuestras vidas) porque en nuestro corazón no cabe tanto amor y tanta emoción. Es ese momento en que lo sentimos tan nuestro y a la vez tan ajeno, porque sabemos que ese bebé es una personita con todo un mundo interior. que se nos irá develando poco a poco.
Dulce, es el momento exacto en que comprendemos que viviremos para amar a ese pequeño ser y en el cual tomamos conciencia de que tantas noches sin dormir, tantas molestias y dolores… todo, absolutamente todo valió la pena, y que volveríamos a pasar mil veces por lo mismo con tal de revivir ese momento mágico en el que descubrimos que somos madres.
¿Ven? Con solo recordar ese momento, ya me olvidé de todo y soy capaz de empezar de cero.
Ilustración Joana Waszaj
Esto suena a presentación ante un grupo de ayuda, en mi caso sería “Embarazadas Anónimas”. Tengo dos nenas y esperaba cerrar el capítulo “maternidad” con este embarazo. Pero antes de concluirlo ya tengo previsto el próximo. Mi marido se muere por el varoncito, y como espero otra nena, ya tengo que hacerme la idea de que voy a tener que ir al cuarto round.
El pobre trató de consolarme cuando vio mi expresión tras la noticia. Me dijo: “tranquila mi amor, si es la dulce espera… ¿qué te cuesta otro intento en un par de años?”
¿Dulce Espera? A mí a esta altura ya no me engañan. Seguro que este término se le ocurrió a un hombre, quien asumió que a las mujeres nos encantan los gases, los mareos, la celulitis, las náuseas, la retención de líquidos, las hormonas incontrolables, las várices, las estrías, la acidez, las noches de insomnio, los nervios antes del parto, entre una docena de otras cosas. Son en realidad nueve meses de ansiedad. Primero. por saber si el bebé está sano, después por averiguar si es nena o nene, más tarde vienen las discusiones por el nombre… Yo en todo caso, lo hubiera llamado Dulce Resultado, porque lo único verdadera y auténticamente dulce del embarazo, ocurre después del parto. Es ese momento cuando sudorosas y jadeantes nos olvidamos del mundo. mientras sostenemos por primera vez a ese ser tan pequeño, vulnerable y asustado. Es ese momento en que las lágrimas corren y nos damos cuenta de que estamos llorando de felicidad (verdaderamente por primera vez en nuestras vidas) porque en nuestro corazón no cabe tanto amor y tanta emoción. Es ese momento en que lo sentimos tan nuestro y a la vez tan ajeno, porque sabemos que ese bebé es una personita con todo un mundo interior. que se nos irá develando poco a poco.
Dulce, es el momento exacto en que comprendemos que viviremos para amar a ese pequeño ser y en el cual tomamos conciencia de que tantas noches sin dormir, tantas molestias y dolores… todo, absolutamente todo valió la pena, y que volveríamos a pasar mil veces por lo mismo con tal de revivir ese momento mágico en el que descubrimos que somos madres.
¿Ven? Con solo recordar ese momento, ya me olvidé de todo y soy capaz de empezar de cero.
Ilustración Joana Waszaj