Me encanta esta frase: “el que se
picha pierde”. ¡Es tan cierta! Los niños
muy pichados siempre terminan retirándose de los juegos irritados por haber
perdido o por no haberse salido con la suya; y al hacerlo, se pierden de toda la diversión y la alegría
que traen los juegos infantiles.
Por lo general los niños pichados
son farreados tanto que siempre terminan peor que cuando empezaron a picharse.
Y parece mentira, la pichadura es como un incentivo para seguir tentando. Ni
bien empieza un niño a picharse porque perdió o porque lo están tentando con
algo, y máaaas le tientan los demás niños. Parece luego que se disfruta más tentando
a los más pichados.
Fernanda es taaan pichada que de
chiquitita ya le apodamos “Pichona Picheta”. No se le puede luego tentar. Ni
bien uno empieza y ella ya se enoja. Cosa que hace que todos (y aquí debo hacer
un mea culpa e incluirme) empecemos a tentarle aún más. Muchas veces termina llorando histérica por
tonterías tan absurdas que resultan difíciles de creer que hayan generado tanta
rabia en ella. Para el colmo, Paulina es
reee tentona. ¡Tiene alma de tentona luego!
La otra vez se estaban sacando
fotos con el iPad y de repente empezaron los llantos histéricos de Fernanda.
- ¡Mamaaaaaa, mamaaaaa! ¡Guaaaaaaa! Paulina guaaaaaaa! ¡Está poniéndome
barbaaaaaa guaaaaaa!!!!
Yo no entendía que pasaba.
- !¿Cómo que te está poniendo barba?!
Había sido que Paulina había
agarrado una de las fotos que Fernanda se había hecho con el iPad y le estaba
pintando una barba verde con una aplicación de dibujo que permitía dibujar
sobre las fotografías. Tenía unos bigotes naranjas enrulados que la hacían aún
más graciosa. Obviamente tampoco pude aguantarme la risa y terminé riendo
cómplicemente con Paulina. Al final, en vez de poner orden, empeoré la
situación. Fernanda ya estaba fuera de sí. Como si en realidad le estuvieran
creciendo bigotes anaranjados y pelos verdes en el mentón. No había forma luego
de hacerle entrar en razón de que se trataba sólo de una broma. Fernanda estaba
absoluta y totalmente indignada con su hermana mayor. Y la hermana mayor estaba
taaan deleitada con este hecho que ya había empezado a intervenir toooodas las
otras fotos de la hermanita.
Tuve que ponerme nomás nuevamente
en rol de madre seria y hablar con las dos. A Pauli le hice borrar todas los
dibujos que había hecho de su hermana diciéndole que estaba bien bromear, pero
cuando uno empieza a herir a los sentimientos de los demás, había que parar.
Por su parte tuve una larga charla con Fernanda en la que le expliqué los
mecanismos de la pichadura.
Le dije: “Mi amor, si vos no
parás de picharte, te van a tentar más. Todos los niños son así. Al que más se
picha, más se le tienta. No sé porqué pero es así. Si vos no te pichas van a
parar en seguida. Tenés que reírte de las bromas y nunca, nunca tomarlas en
serio.”
Cuando se volvió a producir otro
incidente un par de días después ya adopté la filosofía de mis viejos, que
cuando nos pichábamos nos dejaban resolverlo solos. Dejé que Paulina se piche y
arme todo su escándalo hasta que se le pasó sin necesidad de intervención mía. Operé
tal y como si se tratara de una rabieta. ¡Porque al fin y al cabo el ser
pichada no es más que tener rabietas por el orgullo herido! Como ella se alejó
de la situación, puso distancia entre su hermana y ella. La hermana al no
tenerla en frente, al poco tiempo se aburrió y no siguió tentándola. Ahora la
enana ya sabe que si se picha, la única que sale perdiendo es ella.