Esta tarde, volviendo del cole
Julieta, que ya tiene cuatro, me dio la lista de todas las cosas que quería ser
cuando sea grande. Pensé que serían tres o cuatro, pero la lista no terminaba y
encima era súper específica. Transcribo literalmente todo lo que me dijo con su
ere mal pronunciada: “Mami, cuando yo sea glande quielo sel: vetelinalia de peyos
y gatos, vendedola de una tienda de yopas, cajela de supel, arregladola de
tractoles, policía de tráfico, chofel de ómnibus, artista que dibuja y no de
las que pinta, la que descubre cosas, astronauta, esploladola, cocinela y
bailarina.”
Esas son las que recuerdo, pero
en realidad la lista era mucho más extensa. Tanto, que a cierto punto, ella
misma se dio cuenta de que era imposible ser todas esas cosas al crecer y me
dijo: “Son muchas, ¿verdad?”. Yo le miré por el retrovisor y le contesté: “Sí
mi amor, tal vez son demasiadas y vas a tener que elegir.” Me contestó muy
seriamente: “Bueno, cuando sea adulta te voy a decir con cual me quedo.”
En la infancia las posibilidades son
ilimitadas y ni siquiera el cielo se fija de límite. Todos queremos ser
astronautas por más de que en nuestro país no exista programa espacial. Pero
ese hecho no supone ningún desaliento para nosotros. En nuestra mente todo es posible.
Recuerdo que Fernanda cuando estaba por cumplir tres años, creyéndose ya toda
una adulta me dijo con muchísima seguridad y orgullo que cuando tenga TRES
(enfatizando mucho
en la palabra tres) ya iba a ser una nena grande y se iba a poder ir al espacio
y que se iba a subir a una nave espacial para explorar la luna.
Los niños quieren crecer. Creen
que los años están cargados de infinitas posibilidades. Para ellos todo es
posible y es normal que a los TRES uno ya tenga edad suficiente como para
escalar una montaña, aprender a volar, o viajar a la luna. Quieren ser grandes
y por eso juegan a serlo y se imaginan a sí mismos en los más variados puestos
laborales.
La vida luego nos demuestra que
probablemente lo más cerca al espacio que lleguemos sea EPCOT. De un millón de
niños que sueñan con ser astronautas, tal vez sólo uno llegará a ver su sueño
hecho realidad. ¡Qué increíble ha de ser, ser ESE niño! Me pregunto si todos
los astronautas también soñaban con ser astronautas de niños. Tal vez ellos sólo
querían ser bomberos, o cowboys.
Lo cierto es que por lo general
estas aspiraciones infantiles tan fantasiosas quedan olvidadas por el camino.
Tal vez los únicos en recordarlo sean nuestros padres o nuestros abuelos,
cuando ya convertida en una profesional de la medicina traigan a recolección
que cuando tenías tres años soñabas con ser cantante.
Lo que deberíamos mantener
siempre es aquella ilusión de que todo es posible. De que nuestros sueños están
al alcance de la mano y de que para lograrlo basta con desearlo lo suficiente.
Sería tan lindo mantener intacta la facultad de soñar. Tal vez si hubiéramos
podido aferrarnos más fuerte a esa facultad de soñar infantil, hoy todos estaríamos en el espacio.
A veces me pregunto cómo hubiera sido mi vida, si en vez de estar escribiendo
estas páginas me encontrara flotando con gravedad cero.
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