Hoy fui a la farmacia a comprar pañales. La cajera me dijo: “¡Chuuulina!! Parece que tu bebé ya va a nacer en cualquier momento!” Con sequedad absoluta, le contesté: “Está en el auto.”
Estas situaciones son tan patéticas. No sé qué es peor, la vergüenza de la que confunde tu “chura” con un embarazo, o tu espanto ante la falta de delicadeza de la que mete la pata. Lo triste es que no es la primera vez que me pasa. Debo admitir que esto me ha sucedido tras cada uno de mis embarazos.
Recuerdo que con Paulina la gente me siguió acariciando la panza hasta cuando ella ya tenía 9 meses! Cada vez, con más bochorno, iba contestando que ya nació pero que me quedé gorda. Y a medida que pasaban los meses, la verdad es que iba respondiendo cada vez peor. Creo que a la última que me preguntó ya le respondí gritando: “¡NO ESTOY EMBARAZADA, ESTOY GOOOORDAAA!”
Cuando nació Fernanda fue peor. Casi a diario tenía que dar explicaciones a gente que ni siquiera conocía. Me preguntaba cuándo iba a acabar ese suplicio… Temía tener que seguir dando explicaciones sobre mi estado hasta en la fiesta de sus 15 años! La rabia me duraba días. Me sentía tan mal.
Muchos comentarios eran metidas de pata genuinas. Pero nadie me va a sacar de la cabeza la convicción de que la mayoría era mal intencionada. Recuerdo la vez que me piché más. Era mi primera salida nocturna después de meses de claustro inducido por la lactancia y el agotamiento. Fernanda tenía 7 meses. Yo había perdido unos buenos 8 kilos, pero como había subido 19 durante el embarazo, todavía me quedaba un laaargo camino hacia la normalidad. Pasé horas vistiéndome, arreglándome, maquillándome, y francamente, estaba bastante contenta con el resultado. Ni bien llegué a la fiesta se me acercó una chica insoportable y con cara de espanto me dijo a los gritos, frente a mi marido y a todos mis amigos: “¡Dios míiiiio! ¡Estás embarazada ooootra vez!”
La quería estrangular en el acto y luego hacer picadillo con lo que quedaba de ella. Como ya estaba podrida de estas situaciones y no la soportaba, decidí curarle de espanto. Con absoluta naturalidad, le expliqué que engordé mucho en mis dos embarazos e inmediatamente, cambié de tema. Con la misma falta de delicadeza y cara de susto, le pregunté por qué seguía soltera a su edad. Y rematé diciéndole con tono de lástima: “¿Quién iba a pensar que vos, con lo linda que eras, ibas a terminar solterona!”
Cuando mi amiga, Leticia, me contó cómo la misma mujer le preguntó dos veces en un mismo mes si estaba embarazada, comprobé que, a veces, la mala intención ni siquiera es disimulada. Su respuesta fue simplemente brillante: “No, pero la quiero cómo si fuera mi hija: Se llama GRA-SA".
Yo, a las embarazadas las miro 542.855.348.597.595 veces antes de meter la pata, y si no estoy segura, me callo. No hay que preguntar si alguien está embarazada. No importa que la mujer esté con un pie en la sala de parto; estas cosas simplemente no se preguntan. La próxima vez que duden, recuerden que la discreción nunca viene mal.
ILUSTRACIÓN. JOANA WASZAJ
Estas situaciones son tan patéticas. No sé qué es peor, la vergüenza de la que confunde tu “chura” con un embarazo, o tu espanto ante la falta de delicadeza de la que mete la pata. Lo triste es que no es la primera vez que me pasa. Debo admitir que esto me ha sucedido tras cada uno de mis embarazos.
Recuerdo que con Paulina la gente me siguió acariciando la panza hasta cuando ella ya tenía 9 meses! Cada vez, con más bochorno, iba contestando que ya nació pero que me quedé gorda. Y a medida que pasaban los meses, la verdad es que iba respondiendo cada vez peor. Creo que a la última que me preguntó ya le respondí gritando: “¡NO ESTOY EMBARAZADA, ESTOY GOOOORDAAA!”
Cuando nació Fernanda fue peor. Casi a diario tenía que dar explicaciones a gente que ni siquiera conocía. Me preguntaba cuándo iba a acabar ese suplicio… Temía tener que seguir dando explicaciones sobre mi estado hasta en la fiesta de sus 15 años! La rabia me duraba días. Me sentía tan mal.
Muchos comentarios eran metidas de pata genuinas. Pero nadie me va a sacar de la cabeza la convicción de que la mayoría era mal intencionada. Recuerdo la vez que me piché más. Era mi primera salida nocturna después de meses de claustro inducido por la lactancia y el agotamiento. Fernanda tenía 7 meses. Yo había perdido unos buenos 8 kilos, pero como había subido 19 durante el embarazo, todavía me quedaba un laaargo camino hacia la normalidad. Pasé horas vistiéndome, arreglándome, maquillándome, y francamente, estaba bastante contenta con el resultado. Ni bien llegué a la fiesta se me acercó una chica insoportable y con cara de espanto me dijo a los gritos, frente a mi marido y a todos mis amigos: “¡Dios míiiiio! ¡Estás embarazada ooootra vez!”
La quería estrangular en el acto y luego hacer picadillo con lo que quedaba de ella. Como ya estaba podrida de estas situaciones y no la soportaba, decidí curarle de espanto. Con absoluta naturalidad, le expliqué que engordé mucho en mis dos embarazos e inmediatamente, cambié de tema. Con la misma falta de delicadeza y cara de susto, le pregunté por qué seguía soltera a su edad. Y rematé diciéndole con tono de lástima: “¿Quién iba a pensar que vos, con lo linda que eras, ibas a terminar solterona!”
Cuando mi amiga, Leticia, me contó cómo la misma mujer le preguntó dos veces en un mismo mes si estaba embarazada, comprobé que, a veces, la mala intención ni siquiera es disimulada. Su respuesta fue simplemente brillante: “No, pero la quiero cómo si fuera mi hija: Se llama GRA-SA".
Yo, a las embarazadas las miro 542.855.348.597.595 veces antes de meter la pata, y si no estoy segura, me callo. No hay que preguntar si alguien está embarazada. No importa que la mujer esté con un pie en la sala de parto; estas cosas simplemente no se preguntan. La próxima vez que duden, recuerden que la discreción nunca viene mal.
ILUSTRACIÓN. JOANA WASZAJ
5 comentarios:
Muy divertido tu blog, me encantó. Estoy en la etapa de la busqueda del nombre de mi niñita.
Felicitaciones por tu bebita y Bendiciones!!!.
El comentario lo hago desde la cuenta de mi hija (porque yo no tengo jaja).
Hoy en la revista VOS leí una de tus historias en la que hablabas de la diaria tarea de ser transporte de los hijos, que estudiaste seis años para ser traductora pero la felicidad de poder llevarlos a sus respectivas obligaciones es incomparable. Aunque a veces es re agotador. Te felicito, tus historias son muy lindas.
Gladys Vergara
amo tus historias! por lo visto no estoy sola en el mundo... gracias por compartir.
gracias x todos sus comentarios... me alegra tocar temas que creo que son comunes a tooodas las madres.
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