viernes, 17 de abril de 2009

PEQUEÑAS TRAGEDIAS EMPLUMADAS….

Me imagino que a todos les habrá tocado recibir alguna vez un pollito de regalo. Yo todavía recuerdo a mi pollito Federico (que era el nombre de un galán de una telenovela de la época, allá por 1982). Me lo habían dado en el preescolar como sorpresita del cumpleaños de mi compañerito Marco. Fue tan importante para mí, que les puedo asegurar que es la única sorpresita que recuerdo hasta la fecha. ¡Como le quería a Federico! Como no teníamos perro, para mí se convirtió inmediatamente en una especie de cachorro emplumado. Me seguía por toda la casa y nos encantaba jugar a las persecuciones (al menos yo creía que nos encantaba a los dos, pero ahora estoy segura que me habrá encantado solo a mí). Yo le corría por todas partes…. Hasta que un buen día la persecución tuvo un dramático desenlace. El pobre Federico, cansado de la persecución, se refugió bajo el escalón de una escalera y cuando yo bajé corriendo eufórica tras mi pollito, terminó aplastado bajo mis sandalias. El prójimo terminó hecho un puré de pollo y yo entré en shock.

Este evento significó el primer contacto que tuve con la muerte. Por suerte, se trataba solo de la muerte de un pollito, pero era MI pollito y lo adoraba. Aún recuerdo el dolor que sentí ese día, en el que me convertí en la asesina culposa de mi propia mascota. Le hicimos un funeral en el patio y mi mamá intentó como pudo explicarme lo que era la muerte mientras yo no paraba de llorar. Con el tiempo me recuperé y esta historia pasó a integrar una de mis más memorables anécdotas de infancia.

Cuando Fernanda cumplió 3 años, se me ocurrió la brillante idea de regalar pollitos como sorpresitas. Los niños estaban felices y emocionadísimos, pero muchas mamás de la guarde me querían estrangular. Una de mis amigas me dijo: “¡Te voy a matar Vicky! ¡Tengo 2 perros!” A la semana me comentó que sus hijos ya habían tenido su “tragedia emplumada”… el pollito se convirtió en el almuerzo de sus perros.

Fernanda también tuvo su propia tragedia… pero por suerte jamás se enteró. Su pollito “Yellow”, sobrevivió una semana entera, a pesar de que nuestro caniche lo tenía marcado. En varias ocasiones tuve que salir corriendo al rescate, para sacárselo de la boca. La verdad es que Yellow, parecía McGyver; sobrevivía a todo. Pero a la semana, sin que yo me dé cuenta, Fernanda, en un acto de “cariño maternal” hacia su pollito, lo acostó al lado suyo en la cama.

Yo no me di cuenta hasta que fui a su cuarto antes de irme a dormir para ver si no estaba destapada. Al acomodarle las sábanas, Fernanda se dio vuelta y sácate…. Allí estaba Yellow totalmente apachurrado. Por suerte Fernanda estaba profundamente dormida. Esto me dio la oportunidad de deshacerme del cadáver sin que se dé cuenta. A la mañana siguiente empezaron sus preguntas y sus llantos. “¿Dónde está mi pollito mami?”

Yo le expliqué que su mami había venido a buscarle ya que estaba muy preocupada porque nuestro perro le quería comer. Le dije que iba a estar más seguro con su mami pues nosotras no podíamos estar siempre allí para protegerle. Con toda la inocencia del mundo, Fernanda me creyó ciegamente (como solo los niños pueden creer). Y hasta ahora está convencida que el pollito está en lo de su mami. Pobrecita Fer…. Todavía ni se dio por enterada de que estaba siguiendo la tradición familiar…