martes, 17 de abril de 2012

VAMOS AL ZOOLÓGICO LÓGICO-LÓGICO



Cada vez que escucho la palabra zoológico siento el impulso de agregar “lógico- lógico”, siguiendo el ritmo de una canción de mi infancia cantada por Bibi Landó en su programa “El Sueño Mágico de Bibi”. Tal vez muchos de ustedes no recuerden el programa, y menos aún la canción. Es que fue hace mucho, mucho tiempo. Todavía sólo teníamos dos canales de TV, a las cámaras había que correrles el rollo, y los CDs aún no habían desplazado a los casetes.  

Adoraba esta canción y cuando me convertí en mamá se las enseñé a mis hijas, cantándola junto a ellas cuando íbamos del paseo al zoológico. Este es uno de los paseos favoritos de mis hijas. Sobre todo de Paulina que es la más animalera. 

Ellas se emocionan observando a los animales. El elefante y el hipopótamo (el felante y el popótamo según Julieta) son los que más les llama la atención.  Por más de que ya los vieron más de veinte veces, siguen quedándose boquiabiertas frente a sus jaulas. Y honestamente, yo también me maravillo cada vez que los veo. Parecen seres de otro planeta, tan gigantes, extraños y fascinantes.

Los monos también nunca dejan de divertirlas. Una vez un monito chiquito me estiró la mano, intentando robarme el anillo. Yo empecé a reír a carcajadas junto a mis tres hijas y les juro que el pícaro monito también empezó a reír con nosotras. Desde entonces siempre vamos a saludarlo como a un viejo amigo para ver qué nuevas travesuras tiene para divertirnos. 

En los últimos años el zoo cambió mucho. Recuerdo lo triste que me sentí la primera vez que fui como adulta, cuando Paulina aún era bebé. Los animales daban pena, mirando al piso con sus ojitos tristes mientras daban vueltas en sus diminutas jaulas. El lugar estaba sucio, muchas jaulas estaban abandonadas (probablemente debido a la muerte de sus ocupantes). Había tan pocas especies que habían puesto Koatìes en toda una hilera de 20 jaulas, por lo que más que un zoo, parecía una exhibición de Koatís. En mis siguientes visitas a lo largo de diez años vi como fueron apareciendo padrinos de los animales, que se encargaban de remozar sus jaulas y apoyar su sustento. Muchas jaulas se transformaron en pequeños hábitats, con plantas, estanques y más espacio para que los animalitos se muevan. Aparecieron carteles informativos y se empezaron a ver más cuidados los jardines. En realidad ver esta mejoría siempre era reconfortante. Mientras mis hijas se maravillaban con los distintos animales, yo me maravillaba con las mejoras.

Al terminar nuestro recorrido por el zoo, nuestro paseo no está completo sin un picnic en el jardín botánico. A veces elegimos sentarnos cerca del lago y otras buscamos un rincón con más sombra para resguardarnos del inclemente sol. Extendemos una manta grande sobre el pasto y nos sentamos a comer sandwichitos y tomar refrescos. Luego las nenas se ponen a jugar en el parque. A veces me distraigo con un libro, pero sinceramente, la mayoría de las veces me entretengo simplemente observándolas saltar y reír felices.

Tener a tanta naturaleza tan cerca de nuestras casas es un deleite. Es una pena que prefiramos ir a otros sitios con nuestros hijos. Deberíamos buscar más actividades como estas, al contacto con la naturaleza, al aire libre, con mucho lugar para moverse y relajarse, en vez de ir a tanto shopping y tanto patio de comidas. Afortunadamente para mí y para mis hijas el paseó al zoo y al botánico no tiene rivales. No hay shopping que le haga sombra ni patio de comidas que pueda sustituir a nuestros picnics bajos los árboles. ¡Les invito a hacer el cambio!