lunes, 17 de marzo de 2008

La Panza



Pasó otro mes. Mi panza está creciendo de manera indiscreta, por lo que ya han empezado los toqueteos. Los primeros meses la gente se reserva las ganas de tocarte la panza. Tal vez, guiados por el temor a meter la pata (qué momento si resulta ser un simple rollo!) Pero a estas alturas como que van tomando confianza con respecto a la situación, y la panza se convierte en un imán de caricias.

No sé por qué la gente se empecina en tocar las panzas de las embarazadas. A mí no me molesta si es alguien que conozco, pero no entiendo a quienes creen que tienen derecho a tocar MI panza (porque sigue siendo mía) sin siquiera conocerme. Sé que a muchas embarazadas no les disgusta y a otras cuantas hasta les agrada y lo ven como un gesto de cariño. Pero este no es mi caso.

Personalmente, lo veo como una intrusión. Cada vez que una desconocida me frota la panza en el súper, no puedo evitar sentirme como un Buda, una especie de amuleto de buena suerte que se tiene que frotar por cábala. Siempre hay una mano impertinente y confianzuda que se precipita ZAS directo a la barriga!

¿Es que acaso no saben que mi panza es su refugio? Es un mundo misterioso, un microcosmos en el que flota tranquila toda mi ilusión y toda mi esperanza. Sólo hay calma en el mundito oculto detrás del ombligo. En él, mi bebé se mece plácidamente al ritmo de un tamborcito cadencioso, protegido de todo daño, de todo mal, de toda turbación.

Mi panza es en este momento un templo de protección, un lugar maravilloso que preserva toda la belleza y la magia de la vida… Por lo tanto, exijo respeto!

Espero que la próxima vez, al ver a una embarazada, refrenen sus instintos toquetones y, si no se aguantan, por favor pidan permiso! Así, por lo menos nos dejan la opción de negarles el acceso a nuestro templo.
Ilustración Joana Waszaj

No hay comentarios: