miércoles, 20 de mayo de 2009

POR TUS VENAS CORRE MÁS QUE MI SANGRE… CORRE MI AMOR

Hace exactamente un año, le dedicaba mi columna del día de la madre a mi querida amiga María y a todas las “madres en potencia”, aquellas que tienen tanto amor en el corazón pero que no logran tener hijos. En ese momento, María estaba ya en pleno proceso de adopción. A través de ella, viví ese lento y angustiante proceso, en el cual el siempre elusivo sueño de ser madre parecía una meta distante y difícil de alcanzar.

Este año le vuelvo a dedicar mi columna, pero en otro carácter: ya como madre del corazón. Finalmente llegó una bendición a su hogar: un bebé hermoso y sanito que la ha convertido en la mujer más feliz del universo.

El milagro de ser madre te puede tocar cuando, tras 9 meses de espera, se produce el nacimiento tan anhelado; o tras varios años de espera, en el momento en que tomas en brazos por primera vez al bebito que adoptaste. En ambos casos, cuando lo miramos por primera vez, ese bebito tan chico e indefenso inmediatamente se apodera de nuestro corazón y nos transforma. Esa mirada y ese gesto tan natural de alzarlo en brazos basta para convertirte en madre.

Cuando le entregaron su bebé a María, sus brazos le temblaban de la emoción y no podía parar de llorar, exactamente como cualquier parturienta al recibir a su hijo. Y el sentimiento, ese amor que uno siente profundo en el corazón, es exactamente igual en las madres biológicas como en las madres adoptivas.

Nosotras, sus amigas, no lo podíamos creer. Estaba tan radiante como toda primeriza. ¡Tenía una sonrisa que le salía del alma! En un solo día su vida había cambiado totalmente. Ella no tuvo los 9 meses de preparación, en los que uno se va haciendo a la idea de que un bebé está por llegar y revolucionar nuestra existencia. No tuvo babyshowers previos para surtirle de todo lo que necesitaba. Pero se notaba que estaba preparada para este bebé, lo estaba esperando hace mucho más que 9 meses.

Por supuesto le hicimos un “post-baby shower” donde le conocimos al nuevo sobrinito. Una maravilla de bebé. Tan chiquitito y tierno, y tan cómodo en sus brazos. No les puedo explicar la emoción que sentí al verla así, de un día para otro, convertida en madre. Sabiendo lo mucho que ella había anhelado tener un hijo, los difíciles caminos que recorrió y los momentos dolorosos que pasó, ver este desenlace tan feliz y mágico fue verdaderamente una experiencia muy conmovedora.

Este 15 de mayo, mi amiga María se une por primera vez al club de las madres que celebramos el acto de amor que hacemos cada día. La felicito a ella y a todas las madres de corazón, que han hecho ese acto de entrega tan generoso y perfecto que es adoptar a un niño. Cómo admiro a las madres que abren su corazón de esa forma a un niño que no lleva su sangre, y lo hacen suyo entregándole todo su amor. Como decía la madre adoptiva de un amigo mío: “el no es mi hijo, es mucho más que mi hijo porque por sus venas no corre mi sangre, corre mi amor.”

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