domingo, 4 de septiembre de 2011

CUANDO UNA MASCOTA SE VA…


En casa estamos de luto. A nuestro caniche adorado, Peluchito, se lo llevó el moquillo y nos dejó a todos moqueando del llanto. Lloramos cómo si se hubiera muerto un ser querido…. Y es que lo era. 

No es la primera mascota que se nos muere en casa… pero definitivamente esta fue la partida que más sentimos. Para ser honesta, nuestra mascota anterior, un pececito con el “original” nombre de Nemo, murió más de 20 veces. Pero por suerte siempre fui yo quien lo encontraba flotando en su pecera y con el pretexto de tener que llevarlo a la veterinaria, iba rápidamente a sustituirlo por otro sin que las nenas se percataran del intercambio. Cansada de las muertes súbitas de Nemo un buen día dije basta y anuncié a las nenas que lo había “soltado” al río para que fuera libre. Estuvieron tristes al comienzo y algo molestas conmigo, luego se sintieron consoladas por la idea de que su pez se encontraba nadando por algún río. Cuanto estanque o charco veíamos mis nenas me preguntaba si ahí estaba Nemo. A lo que yo les contestaba que seguro andaba nadando por allí.

Tras “liberar” a Nemo compramos un perrito. Pero lastimosamente se nos murió a los pocos días porque había venido enfermito de la veterinaria. Para que las nenas no sufrieran inventé otra historia, y les dije que su mamá lo había venido a buscar para ir a vivir con ella a Brasil. Mis ingenuas hijas se tragaron el cuento y hasta ahora están convencidas que su perrito cruzó la frontera y se volvió brasileño. Al poco tiempo llegó Peluchito a nuestra casa y en seguida se hizo un nicho en nuestros corazones. 

Lastimosamente no me fue posible disimular la partida de Peluchito. Su enfermedad pronto se hizo muy notoria para todos y a pesar de que intentamos salvarlo a toda costa, su agonía era tal, que tuvimos que sacrificarlo. Verlo irse con tanto dolor nos dejó a todos muy tristes; sobre todo a las nenas, quienes lo cuidaban como un bebé y rezaban todas las noches para que se curara rápido.

Cuando una mascota se va, deja un hueco enorme en nuestros hogares. Créanme que no soy muy amante de las mascotas, siempre las toleré por mis hijas, ya que ellas adoran los animales, pero jamás fui muy perrera. Sin embargo hoy extraño sus ojitos pedigüeños a la hora del almuerzo, su colita moviéndose como una viborita por la felicidad cada vez que nos veía llegar a casa y verlo correr enloquecido por el patio jugando como un niño más con mis hijas.

Por supuesto mis nenas están súper tristes. Peluchito era un personaje fijo en cada uno de sus juegos y lo extrañan un montón. Además están muy angustiadas, pues la idea de la muerte no tiene cabida en el mundo de un niño. Hoy vinieron Fernanda y Julieta a preguntarme muy preocupadas si los perritos también iban al cielo… Una vez más tuve que contarles un cuento… que peluchito probablemente se encontraba feliz de la vida saltando en cada una de las nubecitas blancas del cielo. De seguro ellas lo seguirán buscando por mucho tiempo entre las nubes….

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