viernes, 23 de marzo de 2012

LA PIPILETA



¡Qué calor de locos! ¡Febrero es un mes insoportable para los que no toleramos el calor y hasta para quienes lo toleran! Las piletas y pelopinchos se han convertido en una necesidad indispensable para hacer frente a las temperaturas del verano. 

Durante los meses de enero y febrero la pileta se convierte en el PC de toda la familia. A mis hijas le salen escamas de tanto nada, Eduardo se desestresa sacando las hojitas de la pileta tal como si se tratara de un jardín zen y yo me tumbo en la colchoneta a tomar sol como un lagarto. Llenamos nuestras expectativas veraniegas encontrando en ella: diversión, relax y el tan anhelado bronceado veraniego. 

Pero sin lugar a dudas, quienes más la disfrutan son las tres enanas. Parecen pececitos nadando de aquí para allá. Sus gritos y chapoteos se escuchan por todo el patio. Adoro verlas jugar a las carreras. Pauli, por su edad y tamaño obviamente sale victoriosa en todas las carreras. Fernanda no logra ganarle ni con toda la ventaja que le da la hermana mayor. El juego que más alboroto causa es tiburón. Creo que ni el mismo Steven Spielberg pudo lograr gritos tan histéricos de sus actrices. Es un caos total en el cual las risas nerviosas y los gritos teatrales se suman a las carcajadas, chapoteos y eventuales peleas.  Cada vez que escucho a una gritar: “¡Marcooooo!” y la subsecuente respuesta en coro de: “¡Poooolo!” siento una regresión automática a mi propia infancia. ¡Como habré jugado este juego con mis primos y mi hermana! No había siesta que no lo jugáramos. 

Además de los juegos siempre están las demostraciones de proezas infantiles. Sus despliegues de saltos son interminables. Me la paso alternando de la revista de turno a la demostración de salto alternada que hacen consecutivamente Fernanda, Paulina y hasta la caradura de Julieta que da unos mini saltos en los escalones por no quedarse atrás. Cada una de ellas grita entusiasmada: “Mira este salto mami” y en sus rostros se notan que se creen atletas olímpicas saltando por la medalla de oro.  Por supuesto sus saltos tienen menos gracia que helado dietético, pero yo siempre les aplaudo admirada como si me estuvieran mostrando proezas dignas de Nadia Comaneci. 

Como se divierten tanto, evitan en lo posible salir de la pileta… ¡ni para ir al baño! Por suerte Pauli y Fer ya superaron esta etapa, pero Julieta con sus tres añitos aún convierte la pileta en una “pipileta”. Tengo que estar re atenta ya que cada vez que se queda callada y se sienta con cara de circunstancia ya se bien que está intentando disimular el hecho de que está haciendo pipí en la pileta. Al menos ahora se preocupa por disimular, porque cuando era más chiquita era toda una caradura.  Se paraba en el primer escalón y se ponía de lo más horonda a hacer pipi ante el espanto y griterío de sus hermanas que salían asqueadas del agua y luego se rehusaban a volver a entrar en ella. ¡Se ponían furiosas con su hermana acusándola de asquerosa, como si ellas no hubieran hecho las mismas fechorías en el pasado! 

Logré sacarle el mal hábito, exiliándola a un pelopincho solitario hasta que pidiera hacer pipí y recién allí podía entrar a jugar a la pile grande con sus hermanas. La verdad que este método me resultó con las tres, ya que a cierta edad, lo único que desean es largarse a la pileta graaande, armadas de flotadores y alitas para tener un lugar más amplio en donde realizar sus magníficas y ambiciosas proezas acuáticas. ¡Allí siempre tendrán una madre orgullosa de cada una de sus pequeñas y grandes victorias! Ya sea aprender a samubillirse, nadar bajo el agua, largarse a nadar sin alitas, hacer el primer salto, ganar la primera carrera, hacer la primera parada de mano bajo el agua, el primer salto con vuelta y hasta dejar de hacer pipí en la pile, siempre tendrán algún nuevo logro para celebrar en la pileta.

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