De una cosa estoy cada día más
segura: los niños con necesidades especiales, tienen las madres más especiales
del mundo. ¡Las admiro tanto! ¡Tanto, que pensé dedicar a ellas mi columna del
mes de las madres! Porque ellas son las varas con las cuales deberíamos
medirnos todas las madres cuando estamos al borde. Cuando nos altera un
berrinche, cuando nos estresa una mala nota, cuando nos supera la mala actitud
o nos desquicia el mal comportamiento de nuestros hijos. En esos momentos
deberíamos intentar imitar su sonrisa, su infinita paciencia, su ternura, su
entrega, su fortaleza. Deberíamos intentar acercarnos aunque sea un centímetro
a la altura de estas gigantes frágiles que cargan mundos de preocupación en sus
espaldas y un corazón que no les cabe en el pecho de tan repleto de amor que
está.
Todas tenemos una amiga, una
prima, una tía, una hermana a quien Dios le dio un niño tan especial que sólo
ellas están a la altura de cuidar. Las vemos por todas partes: luchadoras,
valientes, fuertes, dulces y sonrientes. Ellas son las millones de madres
especiales para quienes cada día la vida es una batalla silenciosa que vienen
ganando con cada sonrisa, con cada esperanza, con cada palabra de aliento y
cada gesto de amor que reciben. Para ellas todo esfuerzo vale la pena sólo por
la sonrisa de sus hijos. Para ellas el amor y la felicidad de sus hijos es la
mayor satisfacción…. No piden nada más que eso, tal y como debería ser.
Pensándolo bien, me estoy equivocando.
Piden algo más. Un mundo más inclusivo para ellos. Porque créanme, es muy
difícil ser feliz en un mundo donde no se tiene cabida. Por suerte ellas además
de madres, también son magas que saben crear mundos de amor y contención para
que sus hijos sean felices de todas maneras.
Unos meses atrás, una madre
doblemente especial, nos dio, sin quererlo, a mí y a mi cuñada, una lección de
vida. En plenas vacaciones, ambas estábamos sentadas en el restaurante del
hotel con nuestros hijos, peleando cada una con ellos para que no tomen tanta
gaseosa antes de la comida, para que terminen su plato, para que coman la
verdura y todos aquellos habituales quebrantos gastronómicos que tienden a
alterar la paz de las madres a la hora del almuerzo. Al poco tiempo llegó una
pareja con dos niños en silla de rueda. Eran niños de la misma edad que los
nuestros (ya totalmente independientes) pero sin embargo los padres le tenían
que llevar la comida a la boca ya que tenían algún tipo de parálisis. Mi cuñada
y yo los miramos embobadas. No podíamos dejar de hacerlo. Estábamos
absolutamente admiradas porque en esa mesa no había pelea, no había quebranto,
no había plagueo. Los padres, con una paciencia infinita les daban de comer,
hablaban con ellos y la madre tenía uno de esos rostros que no pueden dejar de
sonreír porque no les es natural estar de ninguna otra manera que no sea con
una sonrisa en la boca. Esa familia era el retrato perfecto del amor y esa
madre nos estaba dando en silencio una cátedra. Mi cuñada y yo nos miramos sin
emitir palabra sabiendo que ambas pensábamos lo mismo: pensar que nosotras nos
quebrantamos por nada y enfrente nuestro había una mujer moviendo una montaña
con una sonrisa enorme estampada en el rostro y dos ojos que destilaban luz y
una paz simplemente inspiradora.
Y en mi vida hay muchas mujeres
así. Estoy rodeada de muchas luchadoras, como mi amiga Ro que para su hijo
autista está luchando por un mundo azul que los comprenda. A su hijo no le
gusta mirarla a los ojos pero sabe tomarle fuerte de la mano para enfrentarse
al mundo a su amparo. Como Ale, una amiga que conocí en un viaje que recorre el
mundo fotografiándolo pero encuentra sus lecciones de vida bien cerquita cada
día en sus hermosos mellizos, uno de los cuales sufre del síndrome de Angelman.
Como mi prima Silvi que batalla cada día para que su hijo con Síndrome de
Williams encuentre cabida en este mundo y lo siga iluminando con su bella
sonrisa.
Son muchas las madres leonas, las
madres magas, las madres luchadoras, las madres especiales que nos inspiran
cada día. Ayudémoslas y sobre todo escuchémoslas. Aprendamos sobre las
enfermedades que padecen sus hijos y comprendámoslos.
Ellas muchas veces no lo sienten.
Pero las estamos mirando con admiración desmedida. Son ejemplos de vida y lucha
y nos inspiran no sólo a hacer de este mundo un lugar más inclusivo para todos
los niños con necesidades especiales, sino también nos inspiran para tratar de
ser cada día mejores madres para nuestros hijos. ¡Ustedes elevan la vara!
¡FELIZ DÍA DE LA MADRE A TODAS
LAS MADRES ESPECIALES!
2 comentarios:
Gracias!! este es el mejor halago que he recibido en mi vida... y aunque puede parecer que nos desbordamos de amor o paciencia, al menos yo, lo que en realidad hago es sonreír por el regalo que con el tiempo he aprendido a recibir...
FELIZ DIA A LAS MUJERES Y HOMBRES QUE VIVEN EL ROL DE MADRES CON EL CORAZON
Gracias por tu comentario! Para mí también es un enorme halago llegar a los corazones de madres tan especiales que nos inspiran cada día a ser mejores!!!
Publicar un comentario