miércoles, 24 de abril de 2013

MADRES ESPECIALES



De una cosa estoy cada día más segura: los niños con necesidades especiales, tienen las madres más especiales del mundo. ¡Las admiro tanto! ¡Tanto, que pensé dedicar a ellas mi columna del mes de las madres! Porque ellas son las varas con las cuales deberíamos medirnos todas las madres cuando estamos al borde. Cuando nos altera un berrinche, cuando nos estresa una mala nota, cuando nos supera la mala actitud o nos desquicia el mal comportamiento de nuestros hijos. En esos momentos deberíamos intentar imitar su sonrisa, su infinita paciencia, su ternura, su entrega, su fortaleza. Deberíamos intentar acercarnos aunque sea un centímetro a la altura de estas gigantes frágiles que cargan mundos de preocupación en sus espaldas y un corazón que no les cabe en el pecho de tan repleto de amor que está.

Todas tenemos una amiga, una prima, una tía, una hermana a quien Dios le dio un niño tan especial que sólo ellas están a la altura de cuidar. Las vemos por todas partes: luchadoras, valientes, fuertes, dulces y sonrientes. Ellas son las millones de madres especiales para quienes cada día la vida es una batalla silenciosa que vienen ganando con cada sonrisa, con cada esperanza, con cada palabra de aliento y cada gesto de amor que reciben. Para ellas todo esfuerzo vale la pena sólo por la sonrisa de sus hijos. Para ellas el amor y la felicidad de sus hijos es la mayor satisfacción…. No piden nada más que eso, tal y como debería ser.

Pensándolo bien, me estoy equivocando. Piden algo más. Un mundo más inclusivo para ellos. Porque créanme, es muy difícil ser feliz en un mundo donde no se tiene cabida. Por suerte ellas además de madres, también son magas que saben crear mundos de amor y contención para que sus hijos sean felices de todas maneras.

Unos meses atrás, una madre doblemente especial, nos dio, sin quererlo, a mí y a mi cuñada, una lección de vida. En plenas vacaciones, ambas estábamos sentadas en el restaurante del hotel con nuestros hijos, peleando cada una con ellos para que no tomen tanta gaseosa antes de la comida, para que terminen su plato, para que coman la verdura y todos aquellos habituales quebrantos gastronómicos que tienden a alterar la paz de las madres a la hora del almuerzo. Al poco tiempo llegó una pareja con dos niños en silla de rueda. Eran niños de la misma edad que los nuestros (ya totalmente independientes) pero sin embargo los padres le tenían que llevar la comida a la boca ya que tenían algún tipo de parálisis. Mi cuñada y yo los miramos embobadas. No podíamos dejar de hacerlo. Estábamos absolutamente admiradas porque en esa mesa no había pelea, no había quebranto, no había plagueo. Los padres, con una paciencia infinita les daban de comer, hablaban con ellos y la madre tenía uno de esos rostros que no pueden dejar de sonreír porque no les es natural estar de ninguna otra manera que no sea con una sonrisa en la boca. Esa familia era el retrato perfecto del amor y esa madre nos estaba dando en silencio una cátedra. Mi cuñada y yo nos miramos sin emitir palabra sabiendo que ambas pensábamos lo mismo: pensar que nosotras nos quebrantamos por nada y enfrente nuestro había una mujer moviendo una montaña con una sonrisa enorme estampada en el rostro y dos ojos que destilaban luz y una paz simplemente inspiradora.  

Y en mi vida hay muchas mujeres así. Estoy rodeada de muchas luchadoras, como mi amiga Ro que para su hijo autista está luchando por un mundo azul que los comprenda. A su hijo no le gusta mirarla a los ojos pero sabe tomarle fuerte de la mano para enfrentarse al mundo a su amparo. Como Ale, una amiga que conocí en un viaje que recorre el mundo fotografiándolo pero encuentra sus lecciones de vida bien cerquita cada día en sus hermosos mellizos, uno de los cuales sufre del síndrome de Angelman. Como mi prima Silvi que batalla cada día para que su hijo con Síndrome de Williams encuentre cabida en este mundo y lo siga iluminando con su bella sonrisa.

Son muchas las madres leonas, las madres magas, las madres luchadoras, las madres especiales que nos inspiran cada día. Ayudémoslas y sobre todo escuchémoslas. Aprendamos sobre las enfermedades que padecen sus hijos y comprendámoslos.

Ellas muchas veces no lo sienten. Pero las estamos mirando con admiración desmedida. Son ejemplos de vida y lucha y nos inspiran no sólo a hacer de este mundo un lugar más inclusivo para todos los niños con necesidades especiales, sino también nos inspiran para tratar de ser cada día mejores madres para nuestros hijos. ¡Ustedes elevan la vara!

¡FELIZ DÍA DE LA MADRE A TODAS LAS MADRES ESPECIALES!

2 comentarios:

Rosita dijo...

Gracias!! este es el mejor halago que he recibido en mi vida... y aunque puede parecer que nos desbordamos de amor o paciencia, al menos yo, lo que en realidad hago es sonreír por el regalo que con el tiempo he aprendido a recibir...
FELIZ DIA A LAS MUJERES Y HOMBRES QUE VIVEN EL ROL DE MADRES CON EL CORAZON

Valeria Gallarini Sienra dijo...

Gracias por tu comentario! Para mí también es un enorme halago llegar a los corazones de madres tan especiales que nos inspiran cada día a ser mejores!!!