viernes, 27 de junio de 2008

Pensamientos para todas las madres


Finalmente, he encontrado un nombre para la beba: Julieta. Me encanta: es romántico, dulce y súper femenino. Por supuesto que me preocupa que le tienten con Romeo, pero para cada nombre los chicos encuentran alguna asociación. Si me guiaba por esto, no iba a encontrar un nombre nunca. En fin, lo bueno es que la bebita ha salido del anonimato!

Estoy, como dicen, a punto de caramelo; me falta un mes y estoy por explotar. El otro día acompañé a Fernanda y Paulina a un cumple y, para serles franca, tenía miedo de que me confundan con la piñata. Lastimosamente, no llevo bien los embarazos, pero lo importante es que me nacen sanitas y que estoy bien; obesa, pero bien. No pienso amargarme por esto, este es un mes muy especial y hay cosas más importantes en las cuales pensar.

Este es el mes de las madres. Por eso, decidí pensar en todas nosotras, sin exclusiones. Esto va tanto para las que ya somos mamás como para aquellas que anhelan serlo. He pensado mucho en una amiga que está buscando un bebé desde hace tiempo. Lo difícil y duro que es para ella tener tantas expectativas y tanto amor para dar, y la frustración y tristeza que le producen estos largos meses sin resultados. Se merece tanto la dulzura de escuchar una vocecita que le diga “mami” cada día. Se lo merece infinitamente porque lo sueña a diario. Estoy segura, María, amiga del alma, que pronto oirás esas palabras. Rezo por vos y te felicito en este día, porque también sos una madre en potencia, y de las mejores!

También he pensado en las madres sacrificadas, las invisibles heroínas domésticas. Aquellas que trabajan y que tienen que dejar a sus niños en casa, extrañándolos y culpándose a diario por no estar con ellos. He pensado en las madres que están aún más lejos de sus hijos, en España, añorando su compañía profundamente, mientras luchan por darles un futuro mejor. He pensado en las madres que no tienen nada, que sufren el hambre de sus hijos más que la suya. He pensado en las mamás casadas y también en las solteras, que son mamás y papás al mismo tiempo. He pensado en las madres del corazón, aquellas que no tuvieron la fortuna de dar vida, pero que tuvieron la bendición de dar amor. He pensado en las madres que perdieron a sus hijos y que tal vez estén más tristes que nunca en su día. He pensado tanto en las madres tristes como en las felices. He pensado en las súper mamás que esta ajetreada vida nos obliga a ser; aquellas que, al igual que yo, estudian, trabajan y crían…. y lo hacen ver fácil por más de que no lo sea. He pensado en su fuerza, en los desafíos que cada día tienen que afrontar, en sus preocupaciones, en sus sueños y en sus esperanzas, pero principalmente, en su compromiso de amor. Porque no hay nada más absoluto que el amor que sentimos las madres hacia nuestros hijos.

Hoy, más que nunca, pienso en todas las mamás que amamos a nuestros hijos, y que de tanto amor, a veces sentimos que el corazón no nos cabe en el pecho. Me emociono hasta las lágrimas (no solo por el hecho de estar embarazada) porque a diario me doy cuenta de que este amor inmenso es el que da sentido verdadero a nuestra vida. Este amor que sentimos las madres es como una onda expansiva que se contagia y se multiplica hasta el infinito. Al amar así nos sentimos plenas y la felicidad deja de ser una abstracción para materializarse deliciosamente en los ojos y en las sonrisas de nuestros hijos.

Desde que soy madre, creo haber comprendido internamente muchos misterios de la vida que tal vez mi mente nunca hubiese podido descifrar. Porque desde que una es madre, todo se traduce en sentimientos. Desde que soy madre, he aprendido a ser feliz con un abrazo, con una palabra inesperada, con la risa de mis hijas cuando juegan, con el sereno ritmo de su respiración cuando se quedan dormidas en mis brazos. Desde que soy madre, la felicidad absoluta irrumpe a diario en la monotonía de mi vida, la sacude, ME sacude y me siento el ser más agradecido del mundo; porque cada día que pasa veo en los ojos de mis hijas un poquito de Dios, un destello del cielo y una razón para vivir.


ilustración JOANA WASZAJ

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