martes, 7 de septiembre de 2010

FILOSOFÍA EXISTENCIAL ANTES DE IR A DORMIR


Uno de los momentos más especiales para las madres es hacer dormir a sus hijos. En este momento tan íntimo no solo están las lecturas de cuentos, los cantos y las oraciones, también están esas pequeñas grandes conversaciones nocturnas que tenemos con ellos.

Muchas veces esas conversaciones se reducen a un relato de las cosas que le sucedieron en el día, pero algunas veces la temática se torna más profunda y surgen esas grandes preguntas existenciales con las que los niños nos descolocan. Las conversaciones nocturnas que surgen tras estas preguntas son absolutamente mágicas.

En mi caso Paulina, Fernanda y Julieta llenan mis noches con conversaciones de todo tipo. Ya es casi una costumbre entre nosotras charlar sobre los temas más diversos antes de dormir. Julieta aún es muy chiquita como para aportar gran cosa, pero aún así se las ingenia para echarme charla. La otra noche por ejemplo aprovechó la ocasión para decirme lo mucho que me quería. Me dijo que yo era muy linda y que le gustaba muchísimo toditísima mi ropa, las que tienen perlas y diamantes (como niña con ambiciones de princesa ama todos lo que brille) y también las que no, mis quillajes (maquillajes), mis collares y hasta mi tilador (ventilador).  A su manera me estaba piropeando, con su vocecita dulce y media lengua, diciéndome lo mucho que me quería y me admiraba, aunque solo fuera por tener ropa bordada (que ella aún no tiene obviamente) y un ventilador en mi cuarto. ¡Me causó tanta gracia y me pareció todo tan tierno!

Fernanda  ya toca temas mucho más profundos y emotivos.  La otra noche se emocionó mucho recordando a su abuelito, a quien ella no pudo conocer, pero cuyo recuerdo he mantenido vivo entre mis hijas.  No sabría explicar porqué le agarró tanta nostalgia por alguien que ni siquiera conoció, como que le dio tristeza no haberle conocido y se puso muy triste diciéndome que su abuelito estaba en el cielo y era muy bueno y que nunca ella le pudo conocer. No les puedo explicar lo mucho que me conmovió y en vano intenté contener los lagrimones que siguieron. Aproveché ese momento para recordar nuevamente a su abuelito y contarles no solo lo bueno que fue conmigo y lo mucho que hubiera disfrutado con ellas, sino también la forma en la que ellas llenaron mi vida y la de su abuelita con su llegada. Les dije que cada una de ellas trajo consigo una alegría tan grande que nos hizo olvidar la tristeza que sentíamos por la muerte de su abuelito y como todas ellas tienen pequeñas cosas que me recuerdan a él. Todo esto dicho entre lágrimas cargadas de  emociones tan profundas que me resulta imposible describirlas. Las lágrimas de tristeza se transformaron en alegría y todas quedaron tranquilas sabiendo que su abuelito las cuidaba desde el cielo.

Pero definitivamente la más filosófica es Paulina. A veces sus preguntas son fáciles de responder, como cuando me pregunta que quiere decir alguna palabra del léxico adulto, o cómo entra un niño dentro de la panza de su mamá o de dónde vienen los truenos. Pero otras veces me hace preguntas existenciales que hago lo mejor por responder. ¿Dónde estaba antes de nacer? ¿Quién es Dios? ¿A dónde vamos cuando morimos? ¿Cuándo nos morimos? Evidentemente trato de explicarle lo mejor que puedo aunque ni yo misma se las respuestas a sus preguntas. Son los mejores momentos para hablar de Dios y para sembrar en ellas los cimientos de nuestra religión, los cuales creo hacen mucho más tolerable la angustia que nos producen todas estas preguntas sin respuesta.

Estas conversaciones nocturnas nos permiten darles un tiempito a nuestros hijos para hablar de la vida, intentar explicarles como funciona el mundo, aclarar sus dudas y calmar sus angustias, compartir sus pensamientos, y sobre todo para decirles con y sin palabras lo importante que son para nosotros.

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