martes, 20 de abril de 2010

COLADAS

Cada año aprovecho el letargo del mes de enero para preparar mi nueva agenda para el año que empieza. Lo primero que hago es transcribir todos los cumpleaños ya que si no los anoto no los recuerdo. Cuando termino mi tarea observo las blancas páginas de mi impecable agenda y pienso en como poco a poco se irá llenando de anotaciones, tachaduras, papelitos sueltos, volantes y tarjetitas hasta que no quede nada de ordenado en ella. Seguramente terminará el año atiborrada, deshojada, y rodeada de una goma para que no se desintegre.


Las maltratadas agendas de las madres son la evidencia más tangible de las miles de cosas que tenemos que barajar cada día. En ellas anotamos no solo nuestras actividades, sino también las de nuestros hijos y esposos. Las hojas resultan insuficientes para anotar todas nuestras tareas diarias, así como resultan insuficientes las mismas horas del día para hacer todo lo que tenemos a nuestro cargo.


Yo tengo que anotar TODO en mi agenda. De otra manera me olvidaría hasta de llevar a las nenas al baile! Pero lo peor no son las omisiones, sino las anotaciones hechas en las páginas equivocadas. ¡No van a creer lo que me pasó hace un par de semanas por anotar algo a los apurones!


Cada vez que las nenas reciben una invitación a un cumple lo primero que hago es registrarla en mi agenda. El día anterior al cumple anoto: “COMPRAR REGALO PARA FULANITO”. Luego anoto en la fecha pertinente el horario y el lugar del cumple. Tomé esta costumbre ya que como las invitaciones siempre tienden a perderse antes de que pueda fijar la fecha en mi memoria, a veces se me caen de la agenda, otras terminan traspapeladas y la mayoría de las veces terminan convirtiéndose en objeto de juego de alguna de mis hijas.


Cuando recibí la invitación de Ale, el hijo menor de mi amiga Carolina, la anoté en mi agenda como acostumbro hacer. Caía un viernes. El jueves, fiel a mis tareas diarias, fui a comprar el regalito y el viernes preparé a las nenas con sus vestidos más lindos para ir al cumpleañitos. Como tenía cita con el médico le pedí a mi mamá que lleve a las nenas al local donde se iba a celebrar el primer cumpleaños de Alejandro y ella las dejó en la hora indicada y en el lugar indicado. Mi marido quedó en buscarlas al salir de la oficina a las 7 de la tarde. Las buscó y ellas vinieron felices con sus globos, golosinas y sorpresitas.


Todo transcurrió tranquilamente hasta el jueves de la semana siguiente cuando recibí una llamada de Carolina. Charlamos de mil cosas y antes de cortar Caro me recordó: “Llevale que a las nenas mañana al cumple de Ale.” Yo le contesté: “Como que llevales, si YA LAS LLEVÉ!” Ahí mismo me quedé helada…. ¡Le había llevado a mis hijas al cumple equivocado! ¡Mis princesitas se fueron de coladas a un cumple por mi culpa!


Por lo visto había anotado el cumple de Ale en el viernes equivocado. ¡Que vergueeenzaaaa! Carolina se estaba destornillando de risa pero a mí no me resultaba nada gracioso. En mi mente imaginaba la cara con la que le habrá mirado la madre al no reconocer a sus invitadas y luego recordé el regalo que habían llevado con la tarjetita INMENSA sus nombres…. Osea que no solo se colaron a un cumpleaños al cual no habían sido invitadas, sino que dejaron una EVIDENCIA de su paso con nombre y apellido!


Por supuesto que yo estaba muerta de vergüenza, y como no tenía idea del cumple de quien era, ni siquiera podía llamar a disculparme y explicar lo que había sucedido. Las únicas que terminaron chochas fueron las nenas que tuvieron un cumple extra de yapa!

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