miércoles, 21 de abril de 2010

¡Nuestros hijos vuelan!

¡Nuestros hijos vueeeelan! Como dicen en la campaña extendiendo la A como chicle: “son letrados”. Lo cómico de esta expresión es que la mayoría de las veces va dirigida a bebés que por supuesto están tan ajenos a las letras como a la trigonometría. Es una expresión que siempre me causó mucha gracia por este motivo. ¿A quién se le habrá ocurrido catalogar por primera vez a un infante como letrado, que según la Real Academia significa sabio, docto e instruido? ¿Qué habrá hecho ese bebé para merecer semejante título?


Pero todos sabemos que coloquialmente este adjetivo se utiliza para referirse a lo despierto, rápido y listo que es un niño. Lo cierto es que la mayoría lo son cada vez más. La diferencia entre como éramos nosotros de niños y como son nuestros hijos se nota y mucho. Nuestros niños no son los mismos de antes. Crecen más rápidos y actúan como “pequeños adultos”. Yo no recuerdo haber sido tan despierta, tan analítica ni rápida como lo son mis hijas. Estoy segura que a todas ustedes sus hijos les habrán dado respuestas o lanzado comentarios que les habrán dejado perplejos. Desde pequeños empiezan a cuestionar al mundo y lo hacen con una perspicacia que nos deja mudos.


Los avances tecnológicos y los cambios en las estructuras familiares los han obligado a adaptarse a situaciones y circunstancias absolutamente distintas a las que nos tocaron vivir a nosotros. Para mí es muy sencilla la cuestión: se llama evolución y adaptación. Vivimos en tiempos diferentes, sumergidos en tecnologías que nosotros mismos no hubiéramos ni siquiera imaginado pudieran existir. Más vale que sean distintos, para ellos, nuestros sueños y fantasías son su realidad.


De chicos soñábamos con tener teléfonos con pantallas donde ver los rostros de nuestros interlocutores (como lo hacían los Thunderbirds). Pero en el fondo lo veíamos como algo imposible. Sin embargo hoy es algo tan común que hasta los timbres tienen pantallas! Este tipo de cosas que hoy damos por hecho, en nuestra época solo podía ser factible en la fantasía de un niño. Nuestros hijos saben que todo es posible. Nacieron en un mundo en constante y veloz cambiamiento donde toda la información que hemos acumulado se encuentra a su alcance.


Por supuesto, muchos padres, asombrados por la precocidad e inteligencia de sus hijos, están convencidos que sus hijos son superdotados, índigos o niños cristal, a quienes se les atribuyen hasta la precognición. Como nuestros niños del siglo XXI son como esponjas súper absorbentes y vivimos en un mundo que exige cada vez más de nosotros, muchos padres se preocupan por asegurar el aprendizaje precoz y veloz de sus hijos. Así hay niños de 4 o 5 años, que están adelantados 1 año, que escriben y leen, suman y restan, recitan a Lope de Vega.... nambreeena un poco más y ya saben programar su computadora. Este es un fenómeno de nuestros tiempos, nuestros niños están siendo apurados por el mundo que los rodea y por supuesto también por sus padres, habituados a la híper competitiva vida cotidiana.


Nuestros hijos son inteligentes, son más precoces y despiertos…. Pero no todos son genios como queremos creer, y eso de los niños índigo y cristal me parece ya demasiado traído de los pelos. Para mí se trata de un cuento chino que se creyeron unas cuantas madres sorprendidas por la excesiva vitalidad, creatividad e intuición de sus hijos. Evidentemente en un mundo donde hay que sobresalir en todos los ámbitos, no es de extrañar que los padres queramos que nuestros hijos sean superdotados, genios o absolutamente especiales como los índigo y preciosos para el mundo como los niños cristal.


Todo esto me hace recordar a una conversación que tuve con mi amiga Silvia que estudió Pedagogía y Educación Parvularia en el extranjero. Uno de sus profesores le dijo: “Si querés que tu guardería tenga mucho éxito, tenés que poner un cartel enorme que diga: GUARDERÍA PARA NIÑOS SUPERDOTADOS. No vas a dar abasto ya que todos los padres de hoy en día creen que sus hijos son superdotados.”

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