lunes, 9 de febrero de 2009

Había una vez…


De chica mis padres me leían siempre antes de dormir. Por suerte, su repertorio iba mucho más allá de los cuentos de hadas. Hasta ahora recuerdo a mi padre leyéndome “La Ilíada y la Odisea” (en versión infantil obviamente) y los 10 libros de mitología griega para niños que contenían los cuentos más fantásticos que pude haber escuchado. Gracias a estas importantes lecturas no solo dejaba boquiabiertas a las profes de la primaria con mis historias de Ulises o de Ícaro, sino que adquirí un inmenso amor por la literatura que se mantiene intacto hasta hoy en día. Ellos plantaron en mí una semillita que hoy me lleva a escribir esta columna y seguir devorando libros como un gusanito de biblioteca. Consciente de la importancia que tuvo la lectura en mi infancia, sigo con la tradición familiar, leyendo siempre un cuento a mis hijas antes de dormir.

Antes de que tuvieran noción de lo que era un libro (o ni siquiera una banana para serles honesta), les empecé a mostrar libros ilustrados, apuntando a los objetos y diciéndoles: “mirá el tutú, o mirá el guau guau” imitando lo sonidos que cada uno hacía. Con el tiempo mis lecturas se han vuelto un poco más elaboradas. En este momento estoy devorando “Las Crónicas de Narnia” junto a Paulina y Fernanda, libro que resulta tan entretenido para ellas como para mí.

Julieta, que acaba de cumplir 7 meses, todavía no entiende las historias, pero ya está muy familiarizada con los libros. Los lleva a la boca, los abre, los observa…. Y para el horror de sus hermanas, los deshoja sin piedad.

Creo que el cuento no tiene que ser grandilocuente, ni tan rebuscadas como eran las lecturas de mis padres. Todas las lecturas ayudan a crear el hábito. Porque la lectura, es ante todo un hábito SA-NÍ-SI-MO! Hay que elegir de acuerdo a las edades; y por supuesto, de acuerdo a los intereses.

Paulina por ejemplo ama los dinosaurios y desde chiquita me esmeré en leerle libros sobre ellos. Ahora, que tiene 7 y medio me corrige con los nombres (se sabe nombres que a mí me cuesta hasta pronunciar!). Fernanda es más romántica. A ella le encantan los libros de princesas y de hadas. Entonces cada noche pasamos del tenebroso mundo jurásico, al rosado mundo de las princesas. Quien sabe con que me saldrá Julieta cuando empiece a seleccionar sus lecturas favoritas. Tal vez tenga que incorporar cuentos espaciales o lo que se le ocurra a su pequeña cabecita.

Me enorgullece decir que en Paulina y Fernanda ya estoy empezando a cosechar mis primeras siembras. Ambas son muy despiertas y les va re bien en el cole. Con las lecturas creo que pude estimular su interés en aprender, en conocer cada día más y en dar rienda suelta a su fantasía.

Pero al leerles, creo también algo mágico. La hora del cuento es un momento de paz absoluta; que en mi alborotado hábitat es un milagro! Las siento tan cerca de mí, tan pendientes de mis palabras, tan listas para soñar, que no les puedo explicar la satisfacción que siento. Las miro y hasta puedo ver como sus cabecitas se van llenando de imágenes fabulosas y como su imaginación va floreciendo en una flor única y preciosa. Como dice esa conocida y hartamente parodiada publicidad:

- 1 libro infantil 50 mil Gs. (o menos)
- Hacer soñar a tus hijas….NO TIENE PRECIO!

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