lunes, 9 de febrero de 2009

Las nenas contra los nenes

Verdaderamente los tiempos están cambiando y me alegro. En mi época las nenas jugábamos a las muñecas y a la cocina y los nenes al futbol y a las batallas espaciales (espero no delatar mi edad con esto; pero por esos años ardía “La Guerra de las Galaxias”). El color favorito de las nenas era por excelencia el rosado, mientras que los nenes respondían unánimemente: “azul”. A la hora de armar equipos lo primero que se escuchaba era alguna vocecita femenina o masculina que gritaba a todo pulmón: “¡las nenas contra los nenes!” seguido por una sucesión de gritos eufóricos sin rastro de disenso.

Ahora las cosas son como deberían haber sido siempre. Para empezar hablemos del futbol. En nuestra época era deporte exclusivo de los “nenes”. Eventualmente solo lo jugaba la más marimacha del grupo, aquella amiguita que tenía 7 hermanos y jugaba con sus cuates futbol en la placita del barrio. Ahora todas las nenas lo juegan en el cole, forman equipos y participan en torneos. Incluso hay ya chicas (las más grandes de la camada de niñas introducidas al futbol, que ya lo hacen profesionalmente).

Las nuevas generaciones de nenas y nenes son también más abiertos en lo que respecta a sus elecciones lúdicas. Las niñitas modernas juegan a los autitos y a las batallas intergalácticas con espadas laser con total tranquilidad. En nuestra época estos actos hubieran llevado a nuestras madres a emitir un comentario resignado en voz baja: “mi hija es tan machona”, como si tuviera que excusar su conducta “anormal” ante el resto del mundo. Por su parte, los niños juegan con la misma tranquilidad a la cocina y les dicen a sus mamis que cuando sean grandes quieren ser chef.

Mi hija Fernanda odia el rosado con la misma intensidad con que yo lo amaba a su edad y Paulina se ha opuesto desde chiquita a usar faldas porque le dificultan mucho a la hora de jugar “sin que se le vea la bombacha”, cosa que considero totalmente válida. Por más de que muero de ganas de vestirla como una muñequita respeto su decisión.

Estos pequeños actos de rebeldía significan un rompimiento gigante con los estereotipos de género que siempre han plagado a nuestros más pequeños. Son pequeñas luces de esperanza para las generaciones futuras. Significan que nosotras, las madres, también hemos cambiado, pues damos más libertad a la expresión de nuestros hijos, respetamos su individualidad y sus decisiones y no les forzamos a seguir ningún camino prefijado.

Muero de ganas de ver el resultado de esta nueva generación de niños. Tengo la esperanza de que mis hijas se conviertan en mujeres fuertes, seguras e independientes, que sus amiguitos de ahora sean en el futuro compañeros más tolerantes y respetuosos, que las comprendan y las acompañen y que no les hagan de menos por ser mujer. Espero que estos nenes que aceptan jugar con las nenas de igual a igual, y estas nenas que se sienten iguales a los nenes, algún día formen una sociedad más igualitaria, en la que todos puedan alcanzar sus sueños sin restricciones absurdas.

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